Un poco de historia:
Todos sabemos que queremos decir cuando hablamos de obsesión. Etimológicamente proviene del latín, cuyo verbo obsidere significa asediar. En el sentido psicológico actual el primero que lo utiliza fue Esquirol que denomina la “monomanía” como un delirio limitado a un solo tema o un corto número de ellos.
La etiología (causa) y la clasificación (nosotaxia) de los estados obsesivos ya representaron una fuente de conflicto y polémica a lo largo de todo el siglo XIX. La obra de Janet “Sobre las obsesiones y la psicastenia” publicada en 1903 marca un hito fundamental para la comprensión clínica del cuadro, cuya explicación patogénica era fundamentalmente psicológica.
Sin embargo, en la actualidad, los resultados de diversos estudios permiten apuntar la existencia de factores de vulnerabilidad genéticos y biológicos, sobre los que inciden e influyen variables ambientales y psicosociales.
Algo de psicopatología:
Veamos, que les sucede a las personas que tienen un trastorno obsesivo-compulsivo:
Las personas que padecen un TOC (acrónimo de trastorno obsesivo-compulsivo) tienen pensamientos irracionales, repetitivos y persistentes (tales como el temor de contaminarse con gérmenes) que les producen una gran ansiedad. A estos pensamientos los conocemos como obsesiones…
Se podría decir que el ejemplo que he escogido (el temor al contagio) no es un pensamiento irracional, ya que nadie desea contagiarse de gérmenes, ni siquiera de la gripe y mucho menos de virus que recientemente son noticia por lo letales. De acuerdo, pero el pensamiento obsesivo funcionaría –como ejemplo- de la siguiente manera:
- Se difunde la noticia de que una enfermera en Londres se ha contagiado con el virus del Ebola y está en observación en un hospital de esa ciudad. Acto seguido a la persona que padece de TOC le atrapa el pensamiento de la posibilidad de contagio, que racionalmente sabe que es muy remota, si no imposible. Sin embargo, se tortura ante le infinitesimal probabilidad de que un amigo que estuvo recientemente en Londres haya viajado en el mismo avión que la paciente, y por tanto le evita y si tiene que verle pone una excusa. De ahí se irá ampliando el “radio de la supuesta contaminación” ya que desconoce quién a su alrededor haya podido estar en contacto con otra persona que a su vez lo estuviera con la enfermera contagiada.
- Toda esta secuencia es pensada y sufrida a mucha mayor velocidad que lo que se tarda en escribirla, e incluso en leerla.
- Y además, el pensamiento está aderezado por una gran inquietud, se acompaña de una ansiedad terrible dentro de una gran atmósfera de duda e indefensión.
Resumiendo, el pensamiento obsesivo tiene una gran magnitud, siendo insólito y parásito, repetitivo y punzante, no es un pensamiento neutro, sino un doloroso pensamiento que “exige” al paciente una neutralización para reducir el malestar asociado.
Las maniobras que realiza el paciente para disminuir ese distress que le genera el pensamiento obsesivo son lo que conocemos como compulsiones. Esto es, acciones y comportamientos en forma de rituales ejecutados para contrarrestar la ansiedad que se asocia a las obsesiones.
Los rituales pueden ser actos como lavarse las manos desenfrenadamente, ordenar las cosas de cierta manera, ejecutar una acción también siguiendo un orden preciso y predeterminado, entre otros. También las compulsiones pueden ser actos de pensamiento, como son comprobaciones mentales para cerciorarse de alguna cosa.
Habitualmente las compulsiones se realizan con una gran urgencia tras haber experimentado el pensamiento obsesivo, de no ser así se produce un incremento de la ansiedad.
Como podemos imaginar, las obsesiones y las compulsiones se van adueñando de la vida del paciente, interfiriendo y limitando extraordinariamente su calidad de vida. Por otra parte, es frecuente que los pacientes que sufren TOC acaben experimentando algún tipo de sintomatología depresiva secundaria, ante lo invalidante de su padecimiento.
¿A cuántas personas afecta esta torturante patología? La epidemiología
El TOC afecta entre el 1 y el 3% de la población general. Se habla de que existe una presentación precoz, en la que los síntomas aparecen en la infancia y la adolescencia, y otra presentación de origen algo más tardío hacia los veinte años. El comienzo suele ser más temprano en varones que para las mujeres.
La incidencia por sexos es muy ligeramente superior en mujeres que en hombres (53-47%) según un estudio de principios de nuestro siglo. No obstante, se sigue considerando que la afectación es idéntica, dada la abrumadora diferencia que existe con los trastornos depresivos y de ansiedad (en los que las mujeres “ganan” 2 a 1).
También hay que puntualizar que es difícil la obtención de datos epidemiológicos exactos, debido a que los pacientes suelen ocultar sus síntomas durante bastante tiempo; se calcula que entre la aparición de la enfermedad y la primera consulta pueden pasar hasta siete años.
La nosotaxia
Hasta hace relativamente poco, el TOC se consideraba que formaba parte de los trastornos de ansiedad, pero el afán “entomológico” de la Asociación de Psiquiatría Americana nos ha cambiado este punto de vista, basándose en argumentos de los expertos, y en su manual de 2013 (DSM.5) el trastorno obsesivo-compulsivo se clasifica dentro de un grupo especial denominado “Trastorno obsesivo-compulsivo y trastornos relacionados”.
Desde principios del siglo XX existía el concepto de espectro obsesivo-compulsivo, pues Freud en 1908 postulaba la existencia de un continuum entre la naturaleza del TOC, la neurosis y las psicosis.
Este concepto de espectro obsesivo-compulsivo es un ejemplo de cómo los trastornos pueden reorganizarse en función de una patogenia supuestamente compartida, basándose en sus similitudes en una variedad de dominios como síntomas, género, edad de inicio, curso evolutivo, comorbilidad, respuesta terapéutica pero especialmente en la posible etiología (causa) compartida.
Pues bien, como ya he mencionado, en 2013, el trastorno obsesivo-compulsivo se desgaja de los cuadro de ansiedad y forma su propio grupo de patologías:
- Trastorno obsesivo-compulsivo
- Trastorno dismórfico corporal
- Trastorno de acumulación
- Tricotilomanía
- Trastorno de excoriación
- Trastorno obsesivo-compulsivo y trastornos relacionados inducidos por sustancias/medicamentos
- Trastorno obsesivo-compulsivo y trastorno relacionado debido a otra enfermedad médica.
- Otros trastornos obsesivo-compulsivos y trastornos relacionados especificados.
- Trastorno obsesivo-compulsivo y trastornos relacionados no especificados.
Empecemos por el final, las dos últimas categorías son residuales. Cuando un afección tienen las características del TOC y no acaba de cumplir todos los criterios que se precisan para el diagnóstico, la utilización de uno u otro de ambos diagnósticos dependerá de la información de que disponga el clínico en el momento de asignar el diagnóstico.
Existen dos categorías en este grupo que son “secundarias” es decir, provocadas por una sustancia o por otra patología médica. De ello se desprende la necesidad de un buen screening para descartar dichas patologías ante un paciente con síntomas de TOC.
Entonces nos han quedado cinco categorías diagnósticas. La primera el ya conocido y descrito TOC. El resto, merecerán su propio comentario.
Las películas:
El trastorno obsesivo-compulsivo y su conducta “exótica” han sido llevados a la gran pantalla (y también a la pequeña) en diversas ocasiones. Ya mencioné el film “Mejor imposible”, aunque estaba reflejado el padecimiento de forma cómica y superficial. Posteriormente y desde una óptica distinta “El aviador” dirigida por Martin Scorsese en 2004 y protagonizada por Leonardo DiCaprio también ofrecen una muestra de esta patología.
Basada en la vida de Howard Hugues (1905-1976) un personaje real multimillonario, empresario, inversionista, ingeniero autodidacta, aviador y cineasta, que realizó exitosas películas. Fue un personaje controvertido por sus excentricidades y manías, que estuvieron motivadas en gran medida por el TOC que padecía.
En el film de Scorsesse, no se le da un toque de parodia y de humora la patología, sino que se refleja la gran angustia vivida por el protagonista. Se presenta una visión más triste –y más real- de la enfermedad, aunque también la notoriedad del protagonista desdibujan algo el trastorno.