Como cada año por estas fechas quería escribir algo acerca de la Navidad. Mucho se ha escrito -y anualmente se repite- acerca de la tristeza que producen estas fiestas en algunas personas, agravando estados depresivos previos o incluso “provocándolos”.
Basta ir a Google y hacer la búsqueda de “depresión en Navidad” e inmediatamente se ofrecen 930.000 resultados en 0,36 segundos. Si buscamos “Christmas depression” nos remite a la espeluznante cifra de sesenta y cuatro millones ochocientos mil resultados -también en 0,36 segundos- … qué máquina.
Iba a escribir que la mayoría de estos resultados, pero rápidamente me autocorrijo, no los he ojeado todos: ciclópea tarea, lo que he mirado han sido los resultados de las dos primeras páginas. Pues bien, la mayoría de éstos, tanto en español como en inglés, se refieren a artículos publicados en revistas digitales o digitalizadas de información general o de salud o blogs de divulgación de psicología, que nos proporcionan unos consejos para sobrevivir emocionalmente sanos a las fiestas navideñas.
Por tanto, recurro a una fuente más fiable desde el punto de vista científico y me dispongo a ver la bibliografía médica: realmente no encuentro ningún estudio serio y bien controlado que sirva de referencia para este piélago de artículos que nos previenen y aconsejan frente a este supuesto mal. Existe un estudio canadiense de finales de los 90, pero en el mismo se concluye que diciembre es el mes del año con menos tasa de suicidios consumados en Canadá. Otro estudio de 1999 compara las urgencias psiquiátricas atendidas en la temporada navideña comparada con las del resto del año, y resultó que no se hallaron diferencias significativas. Del resto, apenas nada.
¿De dónde ha surgido toda esta prevención navideña? Posiblemente de la observación clínica que todos los que trabajamos en salud mental hemos constatado con nuestros pacientes. Pero no olvidemos que las observaciones son eso, observaciones, que pueden ser valiosas a nivel descriptivo, pero no pueden elevarse a la categoría de resultados científicos contrastados… el método científico requiere formular una hipótesis, diseñar un estudio, calcular el tamaño de la muestra, disponer de un grupo control, realizar la medición de las variables, amén del cálculo estadístico, y naturalmente la interpretación cuidadosa y escrupulosa de los resultados.
Creo que ya mencioné en otra cita navideña algunos aspectos que pueden hacer que las fiestas de Navidad causen desazón para algunas personas:
• El empeoramiento de cuadros depresivos que sufren algunos pacientes en la temporada otoñal y el llamado trastorno afectivo estacional, de los que he hablado en otro momento.
• La añoranza de un tiempo más feliz, más ilusionado, la añoranza que algunos adultos pueden tener de su propia infancia.
• Los sentimientos de pérdida por aquellos que faltan, el contraste entre los reunidos y los ausentes, porque la Navidad ahonda en el recuerdo y si la pérdida es cercana en el tiempo será especialmente dolorosa.
• El fastidio que nos puede producir compartir mesa y sobremesa con parientes que no nos son especialmente gratos… tedio, aburrimiento y en el peor de los casos fricciones.
• El estrés y la sobrecarga que suponen las tareas extras que representan compras, regalos, adornos, organización. Por no hablar del gasto excesivo por ese consumismo también excesivo, y que la crisis nos tenía que “enseñar” a frenar.
Pues bien, aquí iba a acabar mi “aportación” a esta tradición navideña que es hablar de los peligros de la época para la salud mental, cuando en la prestigiosa revista British Medical Journal el 16 de diciembre publica un estudio con el sugerente título: “Evidence of a Christmas spirit network in the brain: functional MRI study”.
Este trabajo está realizado por investigadores de la Universidad de Copenhague, el autor principal es el Dr. Anders Hougaard que pertenece al Departamento de Neurología del Righospital (el más importante de Dinamarca). Se trata de un estudio comparativo del tipo de activación de áreas cerebrales (mediante neuroimagen funcional) que se da en dos grupos de personas: aquellos que están imbuidos del espíritu navideño tradicional y aquellos que son indiferentes a la misma. Prometo que la próxima semana intentaré explicar en profundidad el mencionado (y curioso) estudio de Hougaard y colaboradores.
Mientras tanto, atrapada por la preparación de felicitaciones, regalos y fiestas solo me queda desear a todo el mundo FELIZ NAVIDAD. Ojalá que viviéramos en un permanente espíritu de calidez, amabilidad y generosidad, independientemente de la fecha en el calendario.