El mundo del arte ha plasmado el sufrimiento producido por los síndromes depresivos, de manera reiterada y a lo largo de la historia. Veremos algunas muestras de ello.

Ya en la Antigüedad, tenemos una muestra de ello en La Ilíada.  Homero, en el canto VI, expone la pena de Belerofonte al sufrir la cólera y el abandono de los dioses:

“Y, puesto que de todos los dioses era odiado,

vagaba solo por la llanura del Aleo, royéndose el corazón,

esquivando la senda de los mortales”

a la vez que ensalza las virtudes terapéuticas que sobre esta desdicha poseen una mezcla de hierbas egipcíacas, como las llamadas nepenthes, secreto de reinas. Esta grave tristeza patológica fue conocida por Hipócrates como melancolía.

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Belerofonte domó al caballo alado Pegaso y mató al monstruo Quimera. Aún así no era un favorito de los dioses.

Ya en la Edad Media, tenemos otra descripción de la depresión en uno de los Cuentos de Canterbury de Chaucer, concretamente en el Cuento del Clérigo (The Parson´s Tale) en el que el autor realiza una descripción muy precisa de lo que en ese tiempo se denominaba “vicio del espíritu”, la acedia. Habla Chaucer:

“La acedia hace al hombre aletargado, pesaroso y grave. Paraliza la voluntad humana, retarda y pone inerte al hombre cuando intenta actuar. De la acedia proceden el horror a comenzar cualquier acción de utilidad y también el desaliento y la desesperación…”

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Melancolia I, grabado de Durero

La obra plástica que retrata la aflicción depresiva nos llega del Renacimiento alemán. Es el grabado alegórico Melancolia I de Albert Durero, que es considerada la obra más misteriosa, se trata de una composición alegórica de pequeño tamaño, con una imagen central de una figura alada meditabunda, acompañado de múltiples elementos relacionados con la geometría, la aritmética y la medida del tiempo. Mencionaré solo esta obra, ya que la pintura nos ha proporcionado gran cantidad de obras en la que tristeza, melancolía y soledad, son los mensajes primordiales.

Al inicio del siglo XVII, surge en Inglaterra un curioso culto a la melancolía, relacionándola con la inseguridad religiosa y el interés de la época por el pecado, la perdición y la salvación. Uno de los músicos más famosos de la época fue el compositor y laudista John Dowland (1563-1626), cuyo signiticativo lema era “Semper Dowland, semper dolens” («siempre Dowland, siempre en pena»).

De la misma época son los poemas de John Donne (1572-1631) o la prosa de Thomas Browne (1605-1682); en ambos autores destaca el interés y las cavilaciones cavilaciones acerca de la muerte. En este clima aparece en 1621 la primera gran obra descriptiva de la psicopatología de la depresión: La Anatomía de la Melancolía de Robert Burton, que ha sido considerada una obra capital de la literatura británica.

Burton, pasó la mayor parte de su vida en Oxford, primero como alumno, después profesor, también vicario y más tarde como bibliotecario de la Universidad. De esta obra realizó seis ediciones, que fue revisando y ampliando.

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Robert Burton, el autor

Pues bien, La Anatomía de la Melancolía se divide en tres partes, y éstas en diversas secciones, miembros y subsecciones (utiliza lenguaje anatómico en sus descripciones). En la primera parte trata sobre las causas de la melancolía, sus síntomas, el lugar del cuerpo que es afectado y otras múltiples digresiones, en una mezcla de humor y desesperanza. La segunda parte, realiza un análisis sobre la cura, con consejos dietéticos y de la farmacopea de la época. En la tercera habla sobre la melancolía de origen amoroso, ahondando en las relaciones de pareja y el matrimonio. Robert Burton, reconoció haber escrito esta obra para paliar su propia depresión, que le acompañó a lo largo de toda su vida.

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La Anatomía de la Melancolía, 1621

En esta densa obra el autor define de manera global a la melancolía, afirmando que es una especie de océano de dolores y sufrimientos que se constituyen en el ápice de todas las desdichas de la vida. No hay otros dolores físicos o tormentos que alcancen o provoquen los mismos efectos que los que provoca la melancolía. El pesar que cause excede a todo la imaginable.

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El joven Werther y sus desventuras narradas en sus cartas, Goethe, 1774

Durante el Romanticismo se produce un fenómeno similar, el interés por el padecimiento depresivo. Quizá la obra más característica sea Las cuitas del joven Werther una novela epistolar publicado por Goethe en 1774.

Desde principios del siglo XIX, la corriente realista en literatura nos proporciona una serie de personajes que sufren un cuadro depresivo (y casi todos ellos son personajes femeninos):

  • Madame Bovary, de la novela de igual título de Gustave Flaubert (publicada entre 1856  y 1857) padece un estado de insatisfacción crónica, tanto en el plano afectivo como en el social, producido por el contraste entre sus ilusiones y la realidad en que vive. Posiblemente hoy en día sería diagnosticada de un trastorno distímico.
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Madame Bovary, huyendo de su mundo a través de la lectura

  • Dos personajes femeninos de Anna Karenina, la gran novela de Tolstoi: Kitty Shcherbátskaya que padece una depresión por un amor contrariado, lo mismo que la protagonista Anna, cuya desdicha le lleva al suicidio.
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    Anna Karenina en la estación, su final está cerca

    Ya en el siglo XX, Marcel Proust el autor francés sumido en una gran depresión que le acompañó durante los diecisiete últimos años de su vida, escribe los siete tomos de En busca del tiempo perdido. Cabe decir, que la melancolía que invadía al escritor no le impide ser prolífico, y que dicha tristeza y sensibilidad se aprecian especialmente en la primera mitad del primer tomo “Por el camino de Swann” en la que Marcel, joven hipersensible perteneciente a una familia burguesa de París de principios del siglo XX, quiere ser escritor y rememora su infancia.

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    La novela Suave es la noche contiene elementos biográficos del escritor Scott Fitzgerald y su esposa Zelda

    En 1934, Scott Fitgerald publica su novela Suave es la noche, en la que sus personajes protagonistas, Nicole Diver sufre depresión y su marido y psiquiatra Dick acaba desarrollando alcoholismo. El autor la consideraba su obra maestra, por encima de la más conocida El Gran Gatsby.

     

     

     

     

     

    Nos faltaría adentrarnos más en el atribulado siglo XX en el que guerras y atrocidades sacudieron personas y conciencias. Y también en el acelerado siglo XXI, en el que la depresión se ha convertido en una de las enfermedades más comunes… (continuará)