El trastorno por déficit de atención/hiperactividad (o por sus siglas TDAH) es el cuadro de desarrollo neurológico más estudiado. Los campos sanitario y científico han reconocido desde la pasada década que este es un trastorno de tipo crónico y que por tanto persiste hasta la edad adulta (Barkley, 2006).
De acuerdo con las investigaciones más recientes sobre la evolución y el transcurso del TDAH, parece que a medida que los niños se convierten en adolescentes y adultos hay algunos cambios significativos en la forma en la que se expresan los síntomas del TDAH disminuye la hiperactividad y también existe una cierta disminución de la impulsividad, aunque los deteriores en el área de la atención persiste a lo largo del tiempo (Biederman, 2010).
Es muy frecuente que los especialistas que trabajan en psiquiatría infantil al confeccionar la historia relativa al joven paciente que visitan se den cuenta que hay un progenitor (que diagnosticado o no) también sufre del trastorno de déficit de atención, ya que este cuadro cuenta con una importante carga genética (según autores representaría más del 75% de la varianza).
La interferencia del TDAH en la vida cotidiana de un adulto
¿Cómo se expresen habitualmente en los adultos el problema del TDAH? Ya he mencionado que a medida que se hacen mayores la expresión de los síntomas cambia, pero de forma habitual suelen presentar:
- Dificultades cognitivas, derivadas de la inatención. Les cuesta mucho mantener la atención en reuniones, en la lectura, o al ejecutar tareas tediosas como realizar papeleo, y se suelen distraer o aburrir fácilmente. Debido a esto, tienden a cambiar de actividad con bastante frecuencia, siendo menos eficientes por una mala gestión del tiempo y tendencia a perder o extraviar cosas debido a su desorganización.
- También se presenta cierto grado de hiperactividad, que se traduce como moverse nerviosamente, o ser excesivamente locuaces (a veces responden a sus propias preguntas o interrumpen). Son típicas las dificultades para prestar atención en un concierto de música clásica o para permanecer sentado en una película o en una reunión de trabajo prolongada.
- Asimismo, también existe cierto nivel de impulsividad. Esto es, en general tienen una baja tolerancia a la frustración, llegando incluso a brotes de ira, impaciencia o irritabilidad. La impulsividad puede explicar la posibilidad de tener una personalidad más adictiva, con el consiguiente riesgo añadido. Pero aunque no sea así, es fácil que abandonen objetivos (como estudios o trabajos) o finalicen relaciones de forma abrupta.
Teoría del autocontrol
¿Por qué suceden todos estos problemas? Según un autor clave para entender los procesos que suceden a una persona que sufre TDAH estamos ante un déficit de la inhibición comportamental. Esto es, los pacientes con déficit de atención tienen dificultades para elaborar estrategias para inhibir comportamientos:
- Está frenada la capacidad de suprimir una respuesta, esto es, no reaccionar impulsivamente o retrasar la respuesta: como ejemplos, hablar en público sólo en el momento adecuado, tener el cuidado de esperar a que el semáforo se ponga verde antes de cruzar.
- También está mermada la capacidad de detener una respuesta en curso (o lo que llamaríamos contención): dejar de jugar en internet cuando hay que prepararse para ir al trabajo o hacer una tarea doméstica.
- Otra dificultad es la disminución de la resistencia a la distracción. Es muy típico que una persona con TDAH interrumpa su trabajo cuando oye hablar en el pasillo, o no dejarse llevar por algo que ha llamado la atención en una página de internet (que no era lo que se estaba buscando).
Con estas dificultades en los comportamientos inhibidores (que son habilidades que se desarrollan en la infancia y que los niños con TDAH no los adquieren en su plenitud) se observan dificultades en las funciones ejecutivas llegada la edad adulta.
¿A qué nos referimos con funciones ejecutivas? Algo así como todas aquellas tareas que ejecutaría un buen secretario de un alto directivo: controla nuestro tiempo y nuestra agenda… No hace falta que seamos empleados de alto nivel para tener que desarrollar y categorizar una serie de habilidades organizativas y ser capaz de internalizar los comportamientos. Esto se aprende de la experiencia y de este modo podemos anticipar lo que ocurre cuando cambia nuestro entorno.
El uso de las funciones ejecutivas es especialmente necesario en algunas situaciones:
- Si tenemos que hacer alguna cosa con la expectativa de un resultado (objetivo o recompensa) en el futuro.
- Cuando tenemos que centrarnos en algún tipo de tarea y debemos evitar prestar atención a estímulos “más interesantes”.
- Cuando debemos utilizar una secuencia completa de comportamientos y acciones. En este último punto cabe señalar que los adultos con TDAH han tenido dificultad (y por tanto pueden no haber aprendido) secuencias de comportamientos para determinar cuánto tardan en realizarlas. Cosas tan simples como el tiempo que se tarda en arreglarse por la mañana, calcular el trayecto hasta el trabajo y que por tanto “si paro a tomar otro café” llegaré tarde (aunque se hayan levantado de la cama con tiempo suficiente) es una cosa común.
En este sentido las personas con TDAH tienen una especie de “miopía del tiempo”, cosa que les acarrea muchos problemas en la cotidianidad. No sólo es que puedan llegar tarde, sino que tienen dificultades cuando deben esperar y se impacientan en extremo, ya que les son “necesarias” las recompensas inmediatas.
En varias ocasiones he atendido a algún adulto que se había “autodiagnosticado” de trastorno por déficit de atención (y así era) pero que tenían una expectativa casi mágica de lo que la medicación podía hacer por ellos. Es cierto, el tratamiento farmacológico puede estar indicado si hay un trastorno claro, pero son tanto o más importantes los aspectos de reaprendizaje de la organización y el autocontrol.