Se están describiendo nuevas afecciones asociadas al uso excesivo de la tecnología, tanto en el ámbito laboral como en el del tiempo dedicado al ocio.

El sobrepeso y obesidad en relación con el sedentarismo, alteraciones visuales por el uso continuado de pantallas, contracturas musculares, lumbalgias, dolores cervicales, empeoramiento del síndrome del túnel del carpo, tendinitis de los dedos de las manos asociada a la postura y al uso de dispositivos móviles… y algunas más, entre ellas patologías en relación a estrés y ansiedad.

En la literatura de ciencia ficción del siglo XX, así como en el cine y en algunas series míticas de televisión, cuando aparecían robots humanoides, estos personajes presentaban el anhelo de convertirse en humanos, a pesar de que ello les llevara al sufrimiento e incluso a la muerte.

Por ejemplo, Roy Batty, el replicante de Blade Runner, se lamenta de que su vida y sus recuerdos desaparecerán, en un momento cumbre de “ciberlirismo” (si se me permite el neologismo).  O los inefables robots “nacidos” de la pluma de Asimov, cuya conducta estaba ligada a las tres leyes de la robótica, con objeto de proteger al ser humano (a veces de sí mismo). Y en Star Trek, el androide Data quiere reprogramarse para tener emociones, sentido del humor y empatía. HAL 9000 en “2001 Una odisea del espacio” cobra conciencia de si mismo… y se vuelve un poco malvado. Y hasta los androides más bobos de Star Wars, R2D2 y C-3PO tenían problemas articulares “por falta de aceite”.

homo tecno

Es decir, los autores de esos personajes los crearon antropomórficos y con grandes capacidades pero con la limitación mencionada: no pertenecían a nuestra especie. Peo lo que no imaginaron Phillip Dick, Isaac Asimov, George Lucas o Arthur Clarke es que se ha invertido el interés y que las nuevas generaciones (X, Y, Z y las que vengan) deseen ser quasi-robots y tener todo tipo de aplicaciones que puedan sustituir a nuestros brazos y piernas, a nuestra vista… de momento ya parece que internet haya sustituido a nuestra memoria: Ha aparecido el Homo tecnologicus, una especie viva esclava de la tecnología y que piensa que ésta es un fin en sí misma y no un instrumento a nuestro servicio.

La OMS en su nueva clasificación de enfermedades mentales describirá dos patologías psiquiátricas surgidas al albur de los tiempos y la comunicación instantánea: El trastorno de videojuego y el trastorno del juego nocivo.

El trastorno del videojuego se caracteriza por un patrón de comportamiento de juego persistente o recurrente (juego digital o videojuego), incluidos los juegos en línea (a través de Internet).

Se manifiesta por un uso excesivo y descontrolado del juego (frecuencia, intensidad, duración, contexto), que se prioriza sobre otras actividades o intereses y cuya persistencia en el hábito conlleva a consecuencias negativas.

homo tecno jugando en línea

 

En el juego nocivo se produce un patrón de juego (que también puede ser en línea) que aumenta significativamente el riesgo de consecuencias perjudiciales para la salud física o mental del individuo, o de otras personas. El mayor riesgo se asocia a la frecuencia del juego, a la cantidad de tiempo dedicado, al descuido de otras actividades, a los comportamientos de riesgo asociados y a las consecuencias negativas de los propios juegos. Este patrón muchas veces persiste a pesar de la conciencia del jugador acerca de sus riesgos y efectos perjudiciales.

homo tecno aposando

Es fácil entender que ambos tipos de conducta se relacionan con un uso excesivo y descontrolado de las nuevas tecnologías, debido a la sencillez y fácil acceso de u uso. He leído un estudio reciente, efectuado en nuestro país, donde se hablaba de la difusión de los smartphones con conexión a internet entre jóvenes (a partir de los doce años) en función del nivel de ingresos familiar. Concluía el estudio que en nuestro país entre el 89% y el 98% de esta muestra tenían en su poder una conexión a internet a través del teléfono.

Y aquí lanzo la pregunta ¿sabemos que hacen, que videos miran, que escriben o chatean, que fotos hacen, que cuelgan en la red nuestros niños?

Un nuevo estudio, este japonés, concluyó que del 98% de los jóvenes que poseían un móvil, más de la mitad lo utilizaba durante más de dos horas diarias, y por encima del 10% durante más de cinco horas. El uso superior a dos horas está asociado a riesgo de ansiedad y depresión, riesgo que se multiplica, al añadirse aspectos como la falta de horas de sueño en aquellos que lo utilizan durante más tiempo.