La capacidad de expresar las emociones y los sentimientos es inherente a nuestra especie, que ha sublimado dicha expresión a través del lenguaje artístico. Pero en la vida cotidiana, esa expresión puede ser una fuente de conflicto.
Una de las quejas habituales que escucho en mi consulta cuando pregunto a un paciente por sus relaciones afectivas (y casi siempre con respecto a la relación de pareja) suele ser:
“No sabe expresar sus emociones…”
O bien
“¿Por qué le cuesta expresar sus emociones?”
Normalmente con ello la persona, casi siempre una mujer, resume que su pareja es una persona poco dada a las manifestaciones emotivas o a hablar de sus sentimientos. En fin, que me lo describe como una persona distante, y creo que la frase en cuestión se ha convertido en un tópico, porqué ¿estamos diferenciando bien entre emoción y sentimiento?
Ambos conceptos, emoción y sentimiento son confundidos con facilidad y de hecho, incluso dentro del ámbito profesional en un marco psicoterapéutico es frecuente que se utilicen como sinónimos.
No obstante, desde un punto de vista académico e histórico, desde que Harlow en 1848 describiera el caso de las lesiones sufridas por Phineas Gage en el lóbulo frontal y su afectación en la esfera de los sentimientos, surgieron distintas teorías a lo largo de estos casi dos siglos acerca de cómo funciona nuestra faceta anímica y emocional, y se analizó desde un punto de vista neurocientífico cómo trabajaba el sistema límbico, la parte del cerebro encargada de producir emociones.
A pesar de que este es una disciplina en constante investigación, existe cierto consenso a la hora de indicar las diferencias entre ambos conceptos: sentimiento y emoción.
Emoción:
Son las reacciones psicofisiológicas que representan modos de adaptación a ciertos estímulos del individuo cuando percibe un objeto, persona, lugar, suceso o recuerdo importante. Psicológicamente las emociones alteran la atención, haciendo subir de rango ciertas conductas, guía de respuestas del individuo y activan redes asociativas en la memoria.
Existe un acuerdo sobre el hecho de que existen seis emociones básicas, tanto psicológica como biológicamente, ya que no contienen otras emociones y son innatas, estas emociones primarias son: sorpresa, asco, tristeza, ira, miedo, alegría.
He mencionado que las emociones activan la memoria y representa una gran ventaja adaptativa que nuestro cerebro no se limite a “memorizar datos” sino que “aprende” ciertos modos de reacción frente a determinadas experiencias. Por ejemplo, la visión de un peligro nos llevara a experimentar la emoción del miedo.
Sentimiento:
El sentimiento hace referencia tanto a una emoción conceptualizada que determinará un estado de ánimo, como a ese estado de ánimo. En ciencia cognitiva se ha comprobado que el funcionamiento normal del cerebro cambia según el estado de ánimo subyacente, y que en ocasiones incluso las decisiones racionales de las personas pueden verse notoriamente afectadas por los sentimientos. Los sentimientos son el resultado de las emociones y pueden ser verbalizadas (palabras). Las emociones son expresiones neurofisiológicas, del sistema nervioso y de estados mentales.
¿Cuál es la diferencia entre ambos?
La diferencia fundamental entre la emoción y los sentimientos es que la primera es totalmente básica, primitiva y en una sola dirección (aparece de forma automática al presentarse un estímulo) mientras que el sentimiento incluye la capacidad de pensar y reflexionar de manera consciente acerca de lo que se siente y por tanto tiene que ver con la cualidad de pensamiento en términos de abstracción y simbolismo.
En ambos casos, emoción y sentimiento, comparten la subjetividad de como experimentamos una situación. Ninguno de los fenómenos puede ser traducido en palabras de forma fiel y sin dejarnos los matices que lo enriquecen, por lo que cuando los expresamos verbalmente nuestro interlocutor debe construir en su mente y a partir de sus propias experiencias que es lo que le queremos transmitir y como nos debemos sentir. Así pues, los sentimientos son bidireccionales, ya que van desde los procesos más básicos y primitivos hasta la conciencia, pero retornan desde esta consciencia al modo en el que se valora y experimenta esta situación.
El arte, y de entre todos ellos, posiblemente la música, la poesía y la pintura son la caracterización clásica de los sentimientos, ya que son sublimaciones abstractas de las emociones.
Emoción y sentimiento son inseparables
Aunque como he intentado explicar, posiblemente con no demasiada fortuna, los conceptos de emoción y sentimientos se refieren a cosas diferentes, en la práctica, allí donde hay una emoción aparece también un sentimiento (o varios). Ambos se presentan simultáneamente, y las palabras que utilizamos para separar los conceptos solo son teoría para poder entender de n modo más preciso acerca de que parte de la experiencia consciente estamos describiendo. Esto es, y casi volvemos al inicio, la distinción entre ambos es más virtual y teórica que material.
¿Por qué cuesta expresar los sentimientos?
Esta sería la pregunta más acertada y que tortura y alarma a muchas personas involucradas en relaciones emocionales y que expresan la queja de no poder “conectar” con el otro (eso sí, casi siempre atribuyendo el defecto al otro).
Tampoco existe una causa única, o un listado que nos dé con todas las alternativas posibles, ya que aquí por lo menos habría que analizar al emisor, al receptor, a la relación entre ambos y además a lo que cada uno entiende de lo que le sucede al otro y lo que cada uno espera de la comunicación con el otro, especialmente si hablamos de una relación amorosa.
Sin embargo, vamos a ver alguna posible explicación:
- Miedo a los sentimientos negativos
Algunas personas creen que los sentimientos negativos no deben sentirse, y se “protegen” de los mismos. En realidad, todo ser humano ha experimentado alguna vez rabia, ansiedad, tristeza o miedo. Algunas personas los ocultan porque pueden creer que expresan debilidad (si se trata de la tristeza, ansiedad o miedo) o porque se avergüenzan o culpabilizan si sienten ira o rabia.
En realidad, no hay un ser humano perfecto, incluso la persona más bondadosa ha sentido alguna vez sentimientos de ira hacia otros, o la persona más valiente ha experimentado miedo.
- Miedo al rechazo
Este temor puede estar detrás de la incapacidad para mostrar sentimientos, sobre todo si se relacionan con el amor romántico. Es habitual creer que si manifestamos abiertamente nuestro amor por alguien y no somos correspondidos será una situación humillante… pero el hecho de que este amor no sea recíproco nada tiene que ver con la valía personal de uno.
Otros casos pueden tener que ver con la creencia de que si se expresan desacuerdos uno puede generar rechazo. Pero en realidad, es mejor que alguien nos rechace por mostrar nuestras opiniones que omitirlas para contentar a los demás… Qué sentido tiene que nos acepten si estamos fingiendo ser otras personas (o al menos parcialmente).
- El temor a entrar en conflicto
Puede parecer similar al anterior, pero en este caso me refiero a la escrupulosidad que pueden tener algunas personas en expresar las opiniones auténticas que tienen para no hacer daño a otros. Este temor a enfadar o a herir, lo suelen tener aquellas personas que ante una discusión temen no estar a la altura y que alguien (uno mismo o el otro) pierda el control.
Esta forma de huir de los problemas, en lugar de encararlos es una “buena manera” de dañar nuestra autoestima, ya que indica que de forma recurrente estamos dando mayor prioridad a los demás que a nosotros mismos.
- Total, ¿para qué?
O lo que es lo mismo, dar todo por perdido. Tener un pensamiento tan negativo que nos hace creer que por mucho que nos esforcemos en la expresión de nuestros sentimientos, ello no conllevará ninguna solución a lo que nos inquieta.
Esta desesperanza suele acarrear males y tristezas porque nos aboca al estancamiento. Ya hemos tirado la toalla y no ponemos nada de nuestra parte, porque pensamos que nada se puede hacer y ya no vale la pena expresar una duda, una queja o un sentir.
- La maldita autoestima (baja, claro)
Las personas que tienen poca autoestima pueden pensar que “no tienen derecho a pedir nada”, o también que la opinión propia no importa a los demás, así que la opción es guardarse opiniones y expresión de los sentimientos.
- Sobrevalorar el “poder de la adivinación”
Este aspecto es habitual en consulta, tanto en relaciones de pareja como en situaciones entre padres e hijos.
No decimos aquello que pensamos porque creemos que los demás están obligados a saber lo que nos pasa, sea esto positivo o negativo. Sin expresar sentimiento, deseamos que los otros los adivinen y por tanto actúen en consecuencia de aquello que no hemos verbalizado.
Ya he dicho que era muy típico, a la pregunta ¿Se lo has comentado a tu marido? La respuesta puede ser: “… pero el ya sabe lo que pienso” (y muchas veces, no lo sabe, créeme, no tiene ni idea).
Aunque me repita, esto también sucede en las relaciones con nuestros hijos: “Mi hijo ya sabe lo preocupada que estoy por él, pero no cambia su actitud”. (Normalmente a eso respondo, quizá tu hijo sabe que estás enfadada, pero no sabe o minimiza el motivo de tu preocupación).
Y por último cuántos “te quiero” se callan porque “el/ella ya lo sabe”. De acuerdo, no hace falta que repitamos continuamente expresiones de amor como en las series norteamericanas, pero ¿dedicamos a los que queremos suficientes sonrisas, caricias, gestos, guiños y palabras?
«Romeo y Julieta» de Marc Chagall