Las personas que presentan un trastorno de la personalidad límite se caracterizan por un patrón de inestabilidad en diversas áreas, con las relaciones interpersonales, la imagen de sí mismo, el mundo de los afectos, así como una impulsividad marcada.
Se estima que la prevalencia del trastorno de personalidad límite se sitúa alrededor de 1,6% de la población general, aunque podría ser tan alta como hasta el 6% según la estimación entre los usuarios de la atención primaria de salud. Entre las personas que acuden a centros de salud mental la frecuencia del diagnóstico se eleva al 10% y el doble (20%) entre los pacientes psiquiátricos hospitalizados. La tendencia es que dicha prevalencia disminuya en los grupos de mayor edad.
Síntomas:
Como decía un querido profesor:
“En el trastorno de personalidad límite, lo estable es la inestabilidad”.
Trataré de explicarme: Imaginemos a una persona adulta joven, que experimenta de forma constante un temor profundo al abandono y una gran dificultad para tolerar encontrarse solo (o sola). Pero sucede que en muchas ocasiones puede tener una gran impulsividad, frecuentes cambios de estado anímico e incluso una ira desmesurada… lo que hace más complicadas las relaciones interpersonales, puesto que este tipo de conducta puede alejar a los demás del sujeto en cuestión, pese al deseo de esta persona de establecer relaciones afectuosas y duraderas. En respuesta a este miedo a la separación o al rechazo, es fácil que realizan amenazas (y no solo amenazas) suicidas y también autolesiones, ya que el dolor físico parece “ayudarles” a soportar el dolor moral.
La persona afectada de este tipo de personalidad establece relaciones intensas… pero inestables. Idealizan a una persona en un momento dado y luego desvalorizan o se muestran susceptibles con esa misma persona si creen que “les ha fallado” o que no muestra el suficiente interés. Asimismo, tienen especial predilección por personas “que no les convienen”, involucrándose con facilidad en relaciones tóxicas o que no les aporten nada bueno.
Otra señal característica es el cambio de objetivos, identidad y valores, que pueden mudar de un momento a otro. Autores clásicos definieron este tipo de personalidad como “as if” (“como si”). Existe cierta falta de criterio que hace que muden incesantemente de modelo “como si” quisieran parecerse a este, o “como si” pensaran como este otro. Por tanto, también aparecen sentimientos de vacío que suelen estar presentes en muchos momentos.
Como causa o consecuencia de lo anterior, las situaciones de estrés o demandas ambientales (ni siquiera es preciso que sean excesivas) pueden llevarles a una extrema suspicacia, o incluso a situaciones de pérdida de contacto con la realidad, que puede ser de variable duración, desde algunos minutos a algunas horas.
Los cambios en el estado de ánimo son evidentes (sin que se trate de un trastorno bipolar). Estos estados de ánimo pueden incluir una felicidad intensa, irritabilidad, vergüenza o ansiedad.
La persona con trastorno de personalidad límite es un “saboteador” de sí mismo, ya que pueden –sin una causa precisa- abandonar de repente estudios o trabajos exitosos, o dar por finalizada una relación sentimental positiva.
A todo lo anterior se suma un comportamiento impulsivo y de riesgo, como apuestas, conducción imprudente, gastos innecesarios y excesivos, atracones de comida, practicar sexo de forma insegura y abuso de tóxicos.
Causas:
Como ocurre con otros trastornos psiquiátricos y especialmente con los denominados trastornos de la personalidad, las causas del mismo no se conocen completamente. Ahora bien, se han asociado diferentes factores:
- Genéticas:
Estudios realizados en gemelos y familias indican que estos trastornos de personalidad pueden tener un fuerte componente hereditario y se asocian además a otros trastornos de la salud mental que ocurren entre los miembros de la familia.
- Anomalías cerebrales:
La presencia de cambios en ciertas áreas cerebrales se ha demostrado en algunas investigaciones.
Muy recientemente (este mismo mes) la revista Biological Psychiatry publica un artículo de investigadores españoles en el que se describen diferencias en la activación de regiones cerebrales para el control de los impulsos entre controles normales y pacientes con trastorno límite.
Las personas sin trastornos médicos ni psicológicos activan regiones prefrontales del cerebro, especialmente el área motora presuplementaria, típicamente relacionada con el control inhibitorio. Por otra parte, los pacientes con trastorno de personalidad límite en la misma situación activan regiones posteriores del cerebro.
Este trabajo estuvo realizado con un grupo de 20 paciente y 20 controles, por lo que los datos no pueden generalizarse completamente. Pero es interesante destacar que esta activación atípica podría tratarse de un mecanismo de compensación para paliar una disfunción en las áreas prefrontales del cerebro que sustentan el control del comportamiento.
Asimismo, se han descrito anomalías en el sistema de neurotransmisión química.
- Factores ambientales:
Aunque no presentes en todos los sujetos, es indudable que en muchos de los pacientes presentan antecedentes de abusos o negligencia en la infancia. En otros casos, elevada exposición al estrés por criarse en un ambiente con conflictos de hostilidad o relaciones familiares inestables.
Desarrollo y curso del TLP
Existe una gran variabilidad en el curso de este trastorno. El patrón mas frecuente es una inestabilidad crónica en la edad adulta, con episodios de descontrol afectivo (más o nemos grave) y alta impulsividad con elevados niveles de utilización de los recursos de salud y salud mental.
El deterioro de los afectos y el riesgo autolítico es mayor entre los adultos jóvenes y va disminuyendo gradualmente con la edad, aunque la tendencia a experimentar intensas emociones y a actuar de forma impulsiva suele perdurar durante toda la vida.
Los estudios longitudinales de seguimiento, si el paciente se ha beneficiado de tratamiento psiquiátrico y psicológico nos indican que al cabo de los años casi la mitad de las personas ya no presenta un patrón de comportamiento que cumpla con todos los criterios de trastorno de la personalidad límite.
ZELDA FITZGERALD
Zelda Fitzgerald, de soltera Sayre (1900-1948) esposa del escritor Francis Scott Fitzgerald fue una novelista, bailarina y celebridad que se convirtió en icono de los locos años 20.
Zelda, tenía una intensa personalidad y sufrió de graves episodios de desordenes psíquicos, agravados por el alcoholismo… Tanto Zelda como el escritor fueron hospitalizados en varias ocasiones, y ella recibió todo tipo de diagnósticos como esquizofrenia y depresión maniforme (no olvidemos que estamos en una época pre-criterios diagnósticos precisos). No obstante, sus rasgos de personalidad, su errático comportamiento, sus perpetuos sentimientos de vacío y el profundo deseo de desarrollar un talento que le hiciera famosa hicieron que convirtiera el ballet –que había estudiado de niña- como una obsesión.
Zelda tuvo el “honor” de ser tratada por psiquiatras eminentes, como el propio Eugen Bleuler (que fue quien le diagnosticó de esquizofrenia) posiblemente por sus ideas delirantes megalomaníacas. Scott Fitzgerald escribe de ella en 1936:
“Zelda asegura estar en contacto directo con Cristo, Guillermo el Conquistador, Maria Estuardo, Apolo y demás parafernalia… aunque yo era su única realidad, frecuentemente el único enlace que podía hacer el mundo tangible para ella”.
Zelda escribió una novela prácticamente autobiográfica “Save me the Waltz” en 1932 mientras se encontraba ingresada en el hospital John Hopkins de Baltimore, de la que se vendieron muy pocos ejemplares. Su propio marido la acusó de plagio y de “escritora de tercera”, cosa que hundió más su mermada autoestima.
El contenido de esta obra era similar a la novela del Scott Fitgerald “Suave es la noche” también basada en la agitada vida del matrimonio, ya que aunque los personajes de la novela son diferentes (se narra el ascenso y caída de Dick Diver un prometedor psicoanalista y su esposa Nicole, que es una de sus pacientes) se recogen las andanzas y desventuras del matrimonio mientras residían en la Costa Azul.