La palabra estrés la utilizamos con tal profusión que inunda continuamente nuestro lenguaje. Asimismo la utilizamos tanto para referirnos a las situaciones de demanda ambiental (estressores ambientales) como al mecanismo fisiológico de adaptación (el estrés propiamente dicho) y también a la respuesta que se genera (cuyo nombre correcto es distrés).
Pero además, sucede que ya solo tomando el tipo de estresores en función de su presentación vamos a encontrarnos con diferentes tipos de estrés:
- Estrés agudo
- Estrés agudo episódico
- Estrés crónico
Estrés agudo:
Se refiere a las exigencias y presiones del pasado reciente y asimismo a las exigencias anticipadas del futuro cercano. Estas situaciones de estrés pueden ser emocionantes y motivadores en dosis pequeñas (por ejemplo, un reto deportivo) pero cuando es demasiado o se alarga en el tiempo resulta agotador.
Pongamos un ejemplo, una bajada rápida esquiando por una pendiente difícil puede ser muy estimulante… Pero la misma bajada al final del día puede resultar agotadora y producir un gran desgaste.
La mayoría de las personas pueden reconocer con facilidad la presencia de un estrés agudo. Haber tenido un accidente de automóvil (aunque sea leve), un fracaso en un reto laboral, un plazo de entrega que debe cumplirse, algún problema que de forma ocasional haya tenido un hijo en la escuela. Todas estas experiencias pertenecen a este tipo de estrés agudo, que deviene a corto plazo. Por esto mismo, aunque genere algún tipo de molestias asociadas, no suele producir daños importantes para la salud.
Los síntomas más frecuentes son:
- Inquietud emocional, esto es, una combinación de enojo e irritabilidad, ansiedad e incluso bajo estado de ánimo, los tres síntomas emocionales más habituales en una situación de estrés.
- Molestias musculares que incluyen dolores de cabeza y espalda, tensión en la mandíbula y sensaciones de agarrotamiento.
- Problemas digestivos como acidez, flatulencia, y alteraciones del ritmo deposicional.
- Una sobreexcitación que puede llevar a una elevación de la frecuencia cardíaca, de la presión sanguínea, sudoración en las manos, palpitaciones, mareos, sensación de falta de aire y dolor en el pecho entre otros.
Estas circunstancias de estrés agudo se presentarán en la vida de todas las personas, y habitualmente son manejables.
Estrés agudo episódico:
Sin embargo, hay personas que sufren con frecuencia circunstancias de estrés agudo. Habitualmente se trata de individuos que tienden al caos y consecuentemente a las situaciones de crisis. Hablamos de personas que siempre van apuradas, pero a la vez siempre llegan tarde… Asumen muchas responsabilidades, teniendo entre manos demasiadas cosas y no alcanzan a llegar a cumplir la cantidad de exigencias autoimpuestas ni la presión (propia o del entorno) que reclama su atención.
Por tanto, es frecuente que estas personas que continuamente sufren situaciones de estrés agudo se encuentren agitadas, sean irritables, nerviosas, estén tensas y con mucha frecuencia sufran de mal carácter. A veces dicha irritabilidad puede llegar a la hostilidad. Básicamente existen dos grandes arquetipos de personas que sufrirán de estrés agudo episódico:
- Personas con un “patrón de conducta tipo A”
Este tipo de comportamiento fue descrito por los cardiólogos Friedman y Rosenman. Las personas con tal patrón de comportamiento tienen un
«impulso de competencia excesivo, agresividad, impaciencia y un sentido agobiador de la urgencia».
Además, existe una forma de hostilidad sin razón aparente, pero bien racionalizada, y casi siempre una inseguridad profundamente arraigada. Friedman y Rosenman descubrieron que es más probable que las personalidades con este patrón de comportamiento Tipo A son mas propensas a desarrollar enfermedades coronarias que las que muestran un patrón de conducta opuesto.
- Personas permanentemente agobiadas
Otra forma de estrés agudo episódico surge de la preocupación incesante. Las personas a las que sus familiares apelarán como “don o doña Angustias” ven el desastre a la vuelta de la esquina y prevén con un total pesimismo una catástrofe para cada situación. En este caso el mundo es un lugar peligroso, poco o nada grato, punitivo… donde lo peor está siempre por suceder. Este tipo de sujetos también estarán agitados y tensos de forma permanente, pero se encontrarán mas ansiosos y deprimidos que enojados u hostiles. Habitualmente su diagnóstico clínico se corresponderá con el “Trastorno de ansiedad generalizada”.
Los síntomas del estrés agudo episódico son los síntomas de una sobre agitación prolongada:
- Dolores de cabeza persistente, en forma de cefaleas de tensión e incluso migrañas.
- Hipertensión.
- Opresión o dolor precordial.
- Riesgo de enfermedad cardíaca.
Tratar el estrés agudo episódico requiere intervención a varios niveles, normalmente médica y psicológica. En muchas ocasiones, el estilo de vida y los rasgos de personalidad están tan arraigados y son tan habituales en estas persona que encuentran totalmente natural la forman en que conducen sus vidas, siendo su forma de percibir el mundo, sus patrones de interacción y su estilo de vida una parte sustancial de ellos mismos y de su profesión.
Estrés crónico
El estrés crónico no tiene nada de emocionante ni de fascinante. Este tipo de situación de demanda ambiental es agotadora y desgasta a las personas día a día, año tras año. El estrés crónico surge cuando una persona nunca ve salida a una mala situación, ya sea angustiosa o deprimente. Sin esperanzas, la persona abandona la búsqueda de soluciones.
Algunos de las causas de este estrés crónico provienen de experiencias traumáticas de la niñez, que se interiorizaron y se mantienen dolorosas y presentes de forma constante. Y muchas de estas experiencias pueden afectar profundamente la personalidad al generarse una visión del mundo o un sistema de creencias que facilita la perpetuación del estrés, por ejemplo, el mundo es un lugar amenazante… o cuando se tiene la convicción de que uno debe ser perfecto en todas las ocasiones y durante todo el tiempo.
Asimismo, el aspecto más grave del estrés crónico es que quien lo padece se acostumbra a él, lo toman como normal. Las personas toman conciencia de inmediato de las situaciones de estrés agudo porque son novedosas, pero ignoran el estrés crónico porque es algo familiar, y a veces hasta casi resulta cómodo permanecer en tal lamentable situación… vaya aquello que la sabiduría popular bautiza como “lo malo conocido”.