La mayor ilusión de mi padre, que había sido hijo único, era reunir a un gran número de personas alrededor de su mesa el día de Navidad.
Por eso, a pesar de mi escaso núcleo familiar, puesto que yo también fui hija única, el día 25 de diciembre acudía toda la familia: nosotros tres, su madre, su padrastro, mi tía abuela, la hermana del padrastro, sus primos con sus cónyuges y sus hijos, y un número aleatorio de allegados. Personas que no tenían parentesco, o lo eran en tercer o cuarto grado, pero que quedaban solas ese día, venían a mi casa o a casa de mi abuela en Navidad. Cocinaba mi padre, a pesar de que era una época de mucho trabajo para él.
Cuando me casé, no pudo hacerle más ilusión que mi marido tuviera madre, varios tíos, seis hermanos, primos y sobrinos. Poco le duró la felicidad de la aglomeración familiar, puesto que murió de forma súbita cuatro años después.
En estas fechas, y con la definición gubernamental de allegados, he pensado mucho en él. En lo triste que se encontraría con una Navidad tan descafeinada, sin compartir besos, abrazos, cocina, sobremesa, turrones y los versos de los niños, generosamente remunerados, a pesar de los errores de los pequeños oradores (la anécdota que siempre se contaba de mi primer versito navideño era que, en la estrofa final, deseé a toda la concurrencia “deudas” (*) y mazapán).
Este año, la generosidad es todo lo contrario: ser poquitos en las celebraciones, guardar las distancias, ventilar, no cantar y supongo que tampoco recitar. Esta forma de separarse para poder estar juntos más adelante, y que no se transmita el virus durante las fiestas, para que nadie falte por esa causa en las siguientes…
Pero a pesar de todo, y como la Tierra gira alrededor del Sol y llegaremos al 25 de diciembre, día de Navidad. Compartir sigue siendo felicidad, aunque este año compartiremos la tristeza de los que han perdido a seres queridos o han visto mermada su salud y, también, la preocupación de los que temen por la continuidad de su trabajo. Espero que compartamos el reconocimiento para todos los profesionales de la salud, en todos sus oficios, que exhaustos han seguido “defendiendo el fuerte”. Sin olvidarnos de todos los aquellos que siguen haciendo que esto funcione. Pero sobre todo compartamos la prudencia.
Feliz Navidad
(*) Supongo que mi error infantil era confundir la palabra “neules” el nombre catalán de los barquillos de Navidad. Escuché esta anécdota y las risas a mi costa durante muchos, muchos años.