Ayer 25 de julio se cumplieron 25 años de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Barcelona, que a su vez eran los de la XXV Olimpíada de la era moderna.
Veinticinco años… y para muchos, no diré que fuera ayer, pero sí anteayer. He visto sin prestar mucha atención en las noticias de televisión los actos oficiales de celebración… Y luego en un canal deportivo un amplio reportaje de archivo, de cuando se cumplieron veinte años del evento, es decir que se confeccionó cinco años atrás.
En este documento de 2012 los artífices hablaban de sus experiencias y recuerdos, con la mirada nostálgica y el orgullo de lo realizado. Imágenes de la Barcelona de antes del 87 (las vías del tren entre la ciudad y el mar, el derruido Estadio Olímpico, los tinglados de la Barceloneta), la frase de Samaranch en Lausanne, en octubre de 1986, dicha en francés y terminada en catalán: “… a la ville du… Barcelona”, los saltos del alcalde Maragall en la noche de ese mismo día, que era el 17, en el escenario que se montó para celebrar la obtención de la candidatura.
Y aquí quiero detenerme… Aunque hay muchas imágenes de todo lo que vino después: de las obras, del Port y de la Vila Olímpica, de los voluntarios, de los Juegos en sí mismos, sintiéndonos los españoles potencia deportiva. Y también del Cobi y sus oficios y su despedida aérea a bordo de un barco de papel, de la Fura y Els Comediants que revolucionaron con sus propuestas esto de las ceremonias, del aliento contenido por todos cuando el arquero lanzó la flecha, del lema “Amics per sempre” que nos ha puesto la ciudad como un hervidero (para bien y un poquito para mal), de la rumba “Gitana Hechicera” con un millar de atletas sobre el escenario moviendo las caderas “marabú” (Peret nuestro que estás en los cielos) y la voz de Constantino Romero (otro que habita allí arriba) diciendo “Atletas, bajen del escenario”…
Pero antes quería detenerme en la imagen de un señor de mediana edad, con gabardina los brazos en alto y dando botes en la Avenida de María Cristina con las fuentes de Montjuïc al fondo. Pasqual Maragall, rodeado de otras personas aplaudiendo… reconocemos a Narcís Serra, antiguo alcalde y también a Jordi Pujol. Pero sobre todo me fijo en los saltos, la amplia sonrisa embigotada y las palabras exultantes que dijo con su voz cascada… “Hem guanyat barcelonins”.
Y al verlo de nuevo, he pensado ¿Se acordará Maragall de ese día? ¿Recordará la emoción y la alegría de sus conciudadanos, y la suya, por supuesto? Porque otro mes de octubre, veintiún años más tarde, Pasqual Maragall anunciaba públicamente que sufría la enfermedad de Alzheimer. Al año siguiente su nuevo proyecto sería la fundación que lleva su nombre.
Cruel enfermedad esta del Alzheimer… pero como dijo en su momento el alcalde olímpico:
“en ningún lugar está escrito que la enfermedad sea invencible”.