La capacidad de desarrollar confianza y respeto por uno mismo es propia de los seres humanos, ya que la facultad de pensar y especialmente de reflexionar sobre uno mismo constituye la base de su suficiencia. Por ello, el estado natural del ser humano se debería corresponder a un buen concepto de sí mismo o una buena autoestima. Sin embargo, en realidad, la mayoría de las personas que atiendo reconocen que tienen un nivel de autoestima bajo o inferior al natural, hasta el punto que casi representa un tópico y se menciona el hecho como si se hablara de un depósito o de una batería no suficientemente «cargada».
Ahora bien, si nos preguntamos en qué consiste la susodicha autoestima, es posible que, a pesar de que la tenemos en boca de todos, nos resultaría complicado dar una definición… Resumiendo podríamos decir que se trata de la percepción evaluativa de nosotros mismos, pero esta definición también es válida para lo que llamaríamos autoconcepto. La psicología social ha puesto un mayor énfasis en diferencias ambos constructos, pero en general son utilizados como sinónimos. Para este foro creo que nos sirve la definición «en negrita», esto es, el conjunto de pensamientos, percepciones, evaluaciones y sentimientos dirigidas hacia nosotros mismos, hacia nuestra manera de ser, nuestra forma de comportarnos, nuestras características físicas y de carácter. Y resumiendo de nuevo: lo que uno piensa de sí mismo en concepto de valor.
Los problemas de autoestima subyacen en muchos cuadros clínicos en los que la persona se vivencia como un perdedor (concepto muy literario y cinematográfico, por cierto, y que ha dado lugar a grandes arquetipos), ya que la evaluación negativa afecta al estado de ánimo (cuadros depresivos) y también incidirá en características de la personalidad, como inseguridad, indecisión, un elevado nivel de tensión y ansiedad.
En una entrada anterior se mencionaron las características de las personas con una buena autoestima, que paso a resumir brevemente:
- La creencia en su escala de valores y en sus principios.
- La autocrítica con respecto al pasado y a los propios errores.
- La capacidad para pedir ayuda cuando se precise.
- Considerarse igual que otros como persona, pero ni mejor ni peor.
- No dejarse manipular.
- Reconocer sus emociones y sentimientos.
- Transmitir si es conveniente dichas vivencias emocionales.
- Tener confianza en uno mismo y sobre todo respeto, por lo que su actuación tenderá a ser ética.
Sin embargo, como he dicho anteriormente, hoy quería comentados aspectos casi antónimos en relación con la autoestima y la autoimagen, que son el arquetipo del perdedor y al «síndrome del impostor». Por último el efecto Dunning-Kruger.
Arquetipo del perdedor o del fracasado
Por regla general, la sociedad contemporánea no tiene ni fomenta una actitud generosa o benevolente hacia el fracaso, ya que una de las particularidades de la misma es la obsesión por el éxito y el aplauso y reconocimiento hacia quienes lo consiguen. Por tanto, los individuos que fracasan en su objetivo, en cualquier circunstancia, corren el riesgo de ser «estigmatizados» no sólo por el desdén social, sino porque al haberse interiorizado este «valor del éxito» la persona se convierte en un severo juez (o fiscal) de sí mismo.
Esto además, es muy frecuente en aquellos momentos de la vida en la que la aprobación del grupo no sólo es necesaria, sino que es vital: la adolescencia. Con la crueldad residual de la infancia, los adolescentes pueden menospreciar con gran facilidad a aquellos jóvenes -y mucho más a aquellas jóvenes- que no son delgadas o delgados, que no son populares, que no visten a la moda, que no comparten los intereses propios de su tribu y por tanto ser postergados y aislados de la deseada aprobación social.
El arquetipo del perdedor, tan atractivo para la literatura y el cine, no tienen tanta gracia en la vida cotidiana. En el mundo real, nos encontramos ante situaciones que colocan a las personas en un punto de partida diferente (por detrás de la línea de salida). Como ejemplo citaré a quienes sufren problemas como el maltrato, la violencia de género o los derivados de las condiciones vitales de los nuevos inmigrantes. La crisis de los últimos años ha producido una legión de personas que han perdido tanto bienes materiales como trabajo y perspectivas para ellos y sus hijos, y que encima escuchan reiteradamente el sonsonete de que «las crisis son situaciones de nuevas oportunidades».
Por tanto, entre las personas que consideran que no han cumplido con sus metas u objetivos sociales suelen tener una baja autoestima, porque el eslógan «si quieres, puedes» actúa no como un «pensamiento positivo que les ayuda a superarse» sino todo lo contrario, como un refrendo de la mala imagen que tienen de si mismos.
El síndrome del impostor
El llamado «síndrome del impostor» (también conocido como fenómeno de fraude) es un patrón psicológico por el que la persona que lo presenta se encuentra en perpetua duda acerca de sus logros, habiendo internalizado un temor a que finalmente sea descubierto como un «fraude». Estas personas suelen tener una elevada competencia, por lo que existe una clara evidencia externa de la misma y sus logros se corresponden a su valía… pero el sujeto que presenta este tipo de «pensamiento automático» está absolutamente convencido de que sus resultados han sido producto de la suerte, de la distorsión positiva que tienen los demás hacia ellos o lo que es peor, pueden percibirse a sí mismos como hábiles simuladores que han engañado a su entorno, pero que llegará un día en que «serán descubiertos».
Este fenómeno se describió en 1978 por las Dras. Clance e Imes definieron el fenómeno del impostor como una experiencia individual de falsedad intelectual autopercibida en un artículo que se centraba especialmente en mujeres de alto rendimiento.
Este fenómeno no está catalogado como un trastorno mental, sin embargo, los estudios han demostrado que las personas que lo experimentan pueden sufrir con mayor facilidad síndromes de ansiedad y/o depresión. En mi experiencia clínica afirmaría que con mayor frecuencia la ansiedad, puesto que la alerta constante puede hacerles caer en un cuadro característico de trastorno de ansiedad generalizada. También, como observación de psiquiatra que trabaja con pacientes, no de investigador, la mayoría de las personas que lo sufren han sido educadas por padres rígidos, con un alto concepto del aprendizaje del esfuerzo (positivo en si mismo) pero que han proporcionado pocos refuerzos positivos a los pacientes, es decir, que los logros -aunque fueran muy buenos de su hijos- fueron considerados como normales, con afirmaciones tipo «has sacado un 10 en matemática, pero esa es tu obligación».
El efecto Dunning-Kruger
El efecto Dunning-Kruger es un sesgo cognitivo, por el que personas con escasa habilidad o conocimientos tienen un sentimiento de superioridad ilusorio, considerándose más inteligentes que otras personas mas preparadas, por lo que miden de forma incorrecta su habilidad por encima de lo real.
Por el contrario, individuos altamente cualificados tienden a subestimar su competencia relativa y con ello, asumen de forma errónea que las tareas que son fáciles para ellos también lo serán para los otros.
Aunque los psicólogos que dieron nombre al efecto (obviamente Dunner y Kruger) lo formularon en 1999, el sesgo de pensamiento de la superioridad ilusoria ha sido conocido, descrito e identificado a lo largo de la historia por intelectuales y escritores:
«El conocimiento real es conocer el alcance de la propia ignorancia». Confucio (551-479 aC).
«El tonto piensa que es sabio, pero es sabio sabe que es un tonto». William Shakespeare (1564-1616) en «Como gustéis».
«Un poco de aprendizaje es algo peligroso». Alexander Pope (1688-1744) en «Un ensayo sobre la crítica».
«La ignorancia genera más confianza que el conocimiento». Charles Darwin (1809-1882).
«Las convicciones son enemigos más peligrosos de la verdad que la mentira». Friedrich Nietzsche (1844-1900) en «Humano, demasiado humano».
«Los mejores carecen de toda convicción, mientras que los peores están llenos de intensidad apasionada». William B, Yeats ( 1865-1939) en «La segunda venida».
«Una de las cosas dolorosas de nuestro tiempo es que aquellos que sienten certeza son estúpidos, y aquellos con cualquier imaginación y entendimiento están llenos de duda e indecisión». Bertrand Russell (1872-1970)
Por último y como guiño final…
Los falsificadores de c.v.
El c.v. o currículum vitae, es una locución derivada del latín, que traducida literalmente quiere decir «carrera de la vida». En castellano, en su forma nominal masculina designa la relación de datos personales, formación académica, actividad laboral y méritos de una persona.
A propósito de las batallas curriculares entre los distintos partidos políticos me he preguntado ¿qué intención u objetivo puede haber en falsear un c.v.? Ya se qué mucha gente «engorda» o maquilla su currículum vitae para tener acceso a un puesto de trabajo… mejorar el nivel de idiomas, o las competencias que se han realizado en un trabajo anterior, adecuándolas al que se aspira… esto es una mentira instrumental que, aunque esté mal y no beneficia a quien lo hace, la mayoría de las personas, ante la necesidad del solicitante, podrían entender.
Ahora bien, mentir descaradamente acerca de la formación académica que uno posee, llegando a falsificar títulos con la connivencia -o no- de las autoridades académicas, me parece una insensatez, que solo lleva al descrédito del que lo realiza, al escarnio de la institución que avala dicha práctica, produce una soberana irritación en quienes se están esforzando en conseguir los ansiados diplomas como pasaporte a la excelencia académica y por encima de todo es una falta de respeto hacia los demás (especialmente si ejerces o pretendes ejercer algún tipo de función pública) porque los estás tratando de tontos.
A mi modo de ver, quien ejecuta esta solemne tontería, demuestra ser una persona (o personaje) con una baja autoestima y que precisa inflar su ego con palabras y humo.
Acabo con Góngora (1561-1627) de su letrilla «Dineros son calidad»
…
Todo se vende este día,
Todo el dinero lo iguala;
La corte vende su gala,
La guerra su valentía;
Hasta la sabiduría
Vende la Universidad,
¡Verdad!
Consejos para sobreponerse al síndrome del impostor? Interesante la mención sobre la adolescencia como disparador temprano del mismo pero… el pasado no se puede cambiar. Que se hace?
El tratamiento más eficaz es la psicoterapia cognitiva. Ningún hecho del pasado se puede cambiar, obviamente, pero si es posible ayudar a desmontar los pensamientos automáticos. Un saludo muy cordial.