El bullying es un término que ha ganado popularidad a lo largo de los últimos años, pero el fenómeno no es nuevo. De hecho, bully en inglés tiene un primer significado “matón”, así de sencillo.
El bullying o acoso escolar es un comportamiento agresivo donde existe un desequilibrio de poder: uno o más niños que abusan de su poder (por ser mas fuertes, mas populares, mas numerosos) sobre otro compañero que está en situación de debilidad con respecto a ellos, los abusadores, los matones.
De hecho, se trata de una situación antigua no exclusiva de la época actual, ha sido un comportamiento problemático que siempre se ha dado en los patios de los colegios, pero la difusión a través de los medios de comunicación de los casos más graves o que han tenido un trágico final para las jóvenes víctimas ha resaltado la importancia del problema, que tiene serias consecuencias para todos los implicados: en primer lugar para los acosados, pero también para los testigos silencioso, para los acosadores. Sin olvidarnos de los “miopes” adultos que no han percibido el problema.
Una pregunta a la que no puedo responder es si en nuestra época se ha incrementado el problema. No lo sé. Pensemos que la literatura, incluso la infantil lo ha descrito en diversas obras: acordémonos del cuento de Hans Christian Andersen “El patito feo” o la película de Disney “Dumbo”.
Pero sí que me parece que la relajación de la disciplina escolar puede conllevar a una invisibilidad del problema, que de todas maneras no es de fácil detección. Sin embargo, no se si existen datos sociológicos fiables para realizar esta comparación y mucho menos una afirmación categórica.
Tipos de bullying:
El acosador o el grupo de acosadores disfruta sintiéndose superior al acosado y se regocija con el sufrimiento de éste, pero las formas en que ejerce esta violencia pueden ser diversas:
- Acoso verbal
El acoso escolar verbal se caracteriza porque el acosador expresa amenazas, insultos, palabras crueles, insultos, amenazas, intimidación, bromas y frases excluyentes sobre la apariencia, la condición sexual, la etnicidad, la raza o la discapacidad de la víctima.
- Acoso físico
Se trata del comportamiento agresivo por parte del acosador: patadas, golpes, zancadillas, bloqueos o empujones.
A veces puede ser una forma muy violenta, pero basta con que se produzca una agresión intimidatoria y arbitraria para considerarlo bullying.
- Bullying relacional
Este tipo de bullying es más complicado de detectar y suele suceder a espaldas de la víctima, que es sistemáticamente “ninguneada” por parte del grupo, puesto que el objetivo consiste en evitar que se una al mismo. La persona que lo sufre es repudiada por sus compañeros, ya sea en el recreo, en el comedor, en las actividades deportivas.
- Bullying sexual
Muchas personas no conciben que haya niños que puedan realizar este tipo de conductas. Esta clase de acoso se caracteriza por comentarios obscenos o machistas, por tocar a la víctima en sus zonas íntimas o presionarla para que realice algún tipo de conducta que no desea hacer, por ejemplo, cuando un niño obliga a una niña que le bese.
Esta clase de acoso de tipo sexual puede causar gravísimos problemas psicológicos y marcar para siempre las relaciones íntimas y afectivas de la joven víctima.
- Ciberbullying
Claramente producto de nuestro tiempo, debido al auge de las redes sociales y la necesidad de los jóvenes y también de los niños de “estar conectados” en ellas.
Se trata de la intimidación a través de correos electrónicos, mensajes de texto o comentarios realizados en las redes. A través del medio cibernético el acosador puede difundir rumores (falsos o incluso verdaderos, pero que forman parte de la intimidad de la víctima), mentiras, amenazas, comentarios vejatorios sexistas, racistas, sobre el aspecto del acosado, etc… causando un enorme malestar, por la vergüenza añadida de la amplia difusión del medio empleado.
Este tipo de acoso se considera todavía más dañino para la víctima por sus peculiaridades:
- Anonimato en las redes: Como la agresión se ejerce en un espacio virtual se favorece el anonimato del agresor. Ello da mayor libertad de actuación al individuo acosador que está menos expuesto a ser pillado y puede hacer daño con mayor impunidad.
- Ataques incontrolables: La víctima es un “blanco fácil” para el agresor, ya que a través de las redes sociales está disponible las veinticuatro horas del día, a diferencia del bullying convencional en el que los ataques se limitan a aquellos momentos y espacios donde conviven ambas partes (colegio) quedando la víctima “liberada” de la presión en su hogar. En el ciberbullying el hogar no es un lugar seguro para la víctima, ya que recibe todos los insultos o intimidación a través de su ordenador, teléfono, etc. Por tanto, la víctima generará un sentimiento de pérdida de control e impredecibilidad que la producirá ansiedad y temor permanente.
- Falta de empatía: En el acoso cibernético existe un distanciamiento físico con respecto a la víctima y el agresor está fuera del control de las claves sociales. No ve el sufrimiento de la víctima y tampoco recibe la desaprobación de las personas de su alrededor. Por ello, no existe empatía que frene la agresión.
- La humillación pública: Gracias a las tecnologías, el acosador puede llegar a una audiencia mas amplia… y además todos tenemos la experiencia de que “lo que se cuelga en la red que difícil es de eliminarlo”. Es decir, amplia difusión y durante un período de tiempo largo e indeterminado (por no decir permanente).
Consecuencias del bullying:
Como ya he mencionado repetidamente las víctimas de acoso escolar pueden sufrir distintos efectos psicológicos negativos.
El primero será inmediato, imaginemos a una persona en edad escolar, supongamos de unos diez u once años, que debe acudir cada día a la escuela, donde en lugar de recibir instrucción y un espacio en el que sentirse seguro y confiado, cada día se le somete a una intimidación. Parece fácil concluir que este sufrimiento afectará a su estado de ánimo, a su autoimagen y por ende a su autoestima, a su formación académica y a su capacidad para relacionarse con los demás.
Una investigación realizada en 2014 por el King’s College londinense descubrió que estos efectos psicológicos negativos se encontraban presentes en las personas víctimas de acoso durante cuarenta años (es decir, a lo largo de casi toda su vida adulta). Veamos algunos de estos síntomas:
- Estrés
No sólo durante la época en la que se padeció el bullying, sino también años después. Las personas que padecieron acoso escolar segregan más cortisol, una hormona directamente implicada en la percepción de estrés.
- Ansiedad y depresión
Otra investigación, en este caso de la Universidad de Duke, detectó que las víctimas de acoso escolar tenían mayor probabilidad de sufrir trastornos de ansiedad: agorafobia, trastorno de pánico y trastorno de ansiedad generalizada. También la prevalencia de depresión era más elevada, así como la de aislamiento social.
- Somatizaciones
Mayor prevalencia de trastornos psicosomáticos.
- Riesgo de suicidio
En el estudio realizado en Duke también se halló correlación con una mayor probabilidad de conducta suicida. En la prensa se han publicado casos estremecedores de jóvenes que han puesto fin a su vida, especialmente adolescentes víctimas de ciberbullying.
- Problemas de socialización
Las víctimas de acoso en la escuela presentan peores indicadores en su calidad de vida familiar y en su capacidad adquisitiva en la vida adulta y ello podría estar relacionado a su vez con un peor rendimiento en sus habilidades comunicativas y sociales.
¿Soluciones?
Para prevenir y responder eficazmente a este problema, lo primero y fundamental es conocer que existe… y que su detección es difícil, por ejemplo, en 2016 en la Comunidad de Madrid sólo el 0,01 % del total de alumnos de la región padeció bullying, una cifra seguramente muy inferior a la real.
Dialogar con los niños acerca de su dinámica diaria, sobre sus amigos y su entorno, conocer a éstos y los lugares que frecuentan.
Y aquí hay un tema fundamental ¿qué sabemos del uso que hacen nuestros niños y adolescentes de internet, las redes sociales y de su móvil? Los jóvenes han de ser conscientes de que los padres tienen la responsabilidad de revisar sus comunicaciones para detectar si existe un problema.
Este tema puede no resultar sencillo, por el auge de la idea de la privacidad, pero de la misma manera que somos responsables de la seguridad física de nuestros hijos lo somos de su seguridad psicológica. No permitiríamos que un niño acuda a un espectáculo pornográfico ¿verdad? Pero… sabemos que ven en internet a través de sus smartphones (regalados en Navidad o en cumpleaños de dígitos cada vez menores). Para intentar alcanzar un equilibrio es muy útil establecer en común las reglas sobre el uso del ordenador, del teléfono y de otras tecnologías: cuándo pueden estar conectados, con quién, qué sitios pueden visitar, quién quieren que acceda a su información, cómo manejar las contraseñas, etcétera. Deben estar seguros durante el uso de la tecnología, es nuestra responsabilidad.
Por último, ó mejor dicho, lo primero: la confianza. Los niños deberían confiar en sus padres y esta es la herramienta mas eficaz para la prevención del acoso escolar, tanto para que no lo sufran como para que no lo practiquen. Debemos inculcar en ellos autoestima y valores positivos, como la amistad y la solidaridad. Nuestros hijos tienen que ser conscientes que ni ellos ni nadie debe escribir o hacer algo que pueda dañar o avergonzar a alguien, ni a ellos ni a otros, puesto que una vez que se dice o se publica algo se pierde el control sobre sus consecuencias. Por otra parte hay que hacerles conscientes de que estas acciones perjudican a todos los implicados y por tanto se les debe inculcar la idea de que alerten sobre posibles casos de acoso, que no se trata de “chivarse” sino de comunicar algo que puede ser muy grave para aquel que lo padece.
Al fin y al cabo, solo los niños saben lo que realmente sucede en el patio del colegio, o en ese recreo virtual que es internet.