Me permito dar algunos consejos para aquellas personas que sufren de ansiedad. Pero sobre todo debo advertir que tampoco deben ser tomados «al pie de la letra» por todo el mundo y en todas las situaciones.
¿Por qué?
- Primero, porque los trastornos de ansiedad en la clínica adoptan diferentes formas de presentación, aunque estén agrupados bajo un mismo epígrafe diagnóstico.
- Segundo, porque cada uno es como es, y la ansiedad la sufre una persona, con su temperamento, su carácter, su personalidad, sus vivencias y circunstancias, ya sabemos que ni la biografía ni el ambiente son idénticos para todo el mundo… y mucho menos la forma de gestionar nuestra propia biografía, nuestros acontecimientos vitales, nuestros anhelos y nuestros desengaños.
A pesar de ello, me permito aconsejar, con buena intención, y con la perspectiva de los muchos años de práctica clínica:
1. Si le han diagnosticado de un “Trastorno de ansiedad”, hable extensamente con su médico o su psicólogo acerca de lo que significa. La persona que tiene mayor y mejor información sobre su caso es el profesional que le atiende; en la red hay mucha información (incluyo esta página) que, en lugar de ayudar, pueden embarullar sus conceptos sobre lo que le ocurre.
La causa de su trastorno no es un defecto de su carácter o una debilidad personal, hay cuadros de ansiedad que tienen un fuerte componente genético y en consecuencia bioquímico; otros casos están más vinculados a situaciones reactivas o ambientales, y en la mayoría habrá una mezcla de lo puramente biológico y lo psicológico (que obviamente está enraizado en nuestra biología). De hecho debemos entender que en la vida de las personas no podemos poner ni quitar variables como en un experimento, ni volver atrás y ver que ocurre si no hubiera pasado determinada cosa. Por tanto, desconfíe (al menos un poquito) de alguien que afirme que lo que le ocurre hoy (su cuadro de ansiedad) tiene que ver con alguna circunstancia concreta (excepción expresa para los Trastornos de estrés postraumático).
Recuerde que el pensamiento “soy débil y por eso me ocurre esto” no solamente es erróneo, sino un cortocircuito para incrementar la ansiedad.
2. Si sufre de un cuadro de ansiedad, no está solo. Los “Trastornos de ansiedad” tienen una alta prevalencia estadística (hasta un 17% de la población general habrá sufrido un trastorno de ansiedad en el último año), esto es, hay muchas personas que los padecen, personas que quizá conozca, o con las que puede comunicarse a través de asociaciones, foros, etc. Esta realidad ayuda a desdramatizar esa vivencia de que “esto solo me pasa a mí”.
Asimismo, a algunos pacientes puede ayudarles hablar con otras personas que sufran de ansiedad para saber cómo se sienten y que estrategias y recursos les han ayudado, aunque creo que hay que evitar que una persona que sufra ansiedad (o cualquier otro padecimiento físico o psíquico) se identifique a sí misma por ello, y solo se relacione con los demás a través de la enfermedad.
3. Comparta su problema con quién Vd. quiera, pero controle la información que proporciona. Esto enlaza con el punto anterior.
Obviamente es lógico que las personas muy cercanas -pareja o miembros adultos de su familia, amigos entrañables- estén informadas de lo que le ocurre, así podrán comprenderle y ayudarle. Ahora bien, a pesar de la extensa divulgación sobre las ansiedad, sabemos que existen ideas preconcebidas sobre los padecimientos psíquicos, por lo que en ocasiones nuestros pacientes reciben una gran cantidad de sugerencias, consejos y admoniciones, casi siempre bienintencionadas, pero que en muchas ocasiones resultan inútiles o casi acusadoras:
“Esto lo tienes que superar tú”
“Tienes que salir y distraerte”
“Déjate de tonterías, lo que ocurre es que no tienes problemas”
y un largo etcétera de obviedades similares.
Por otra parte ¿hay que informar a todo el entorno: amigos, compañeros de trabajo…? Esta es una pregunta que me suelen hacer. En general, mi respuesta es: si deseas hacerlo, comparte con aquel que tengas confianza y te estime, evita hablar a todas horas de tu cuadro clínico y tus síntomas y en el terreno laboral se cauteloso (no hay que olvidar el estigma que sufren los trastornos psíquicos), ya que puede ocurrir que compartir esta información, en según qué casos, se convierta en un boomerang de desautorización de la persona que sufre de ansiedad.
Quizá debería ser más honesto ser “testimonial”, ya que el que sufre ansiedad no es culpable de nada, pero hay que ser realistas y no añadir problemas a los que uno padece. Además, siempre he pensado que la enfermedad -cualquier enfermedad- es un hecho privado que atañe a aquel que lo sufre. Como somos y vivimos en un país mediterráneo (es decir, con un estilo expansivo de comunicación) a veces contamos demasiadas cosas en la “plaza pública”.
4. No se avergüence de pedir ayuda profesional. En general, la mayoría de los “Trastornos de ansiedad” no representan una patología psíquica grave (si los comparamos con otros procesos), pero generan un fuerte malestar y un notable empeoramiento de la calidad de vida, por ello no hay que descuidar su solución. El paciente que sufre ansiedad vive en un estado de “libertad bajo fianza” que contamina su día a día. Pedir ayuda profesional no es una señal de debilidad, sino involucrarse activamente en la solución del problema.
5. Estrés ¿qué, cómo, cuánto, cuando? Voy a utilizar el concepto de estrés como normalmente se entiende (en el sentido de demanda ambiental), aunque en realidad se trata del proceso que se pone en marcha en el organismo para adecuarse a un estímulo. Es de cajón que la presión ambiental forma parte de la vida y es utópico pensar que uno puede vivir en un especie de paraíso sin ningún tipo de agobio.
Pues bien, hay que analizar las situaciones de estrés e intentar adoptar un enfoque equilibrado de las mismas. ¿Cuántas veces sobrevaloramos la magnitud de una situación? ¿Y cuántas veces anticipamos todo lo malo que puede ocurrir? Es bueno centrarse en el presente y en los datos objetivos que tenemos, ya que no siempre ocurrirá todo lo malo que imaginamos.
Es muy habitual que las personas que sufren de ansiedad anticipen consecuencias negativas que pueden ocurrir. Si alguna vez aciertan en sus presagios, esta prueba les sirve para corroborar y potenciar su estilo de pensamiento negativo convenciéndose de su eficacia, eliminando de su conciencia las múltiples ocasiones en que han predicho una catástrofe y ésta no ha ocurrido.
6. Revise su estilo de vida. Hay factores que nos pueden ayudar a combatir la ansiedad: dormir las horas precisas, ingerir una dieta equilibrada, eliminar el consumo de sustancias excitantes, evitar los tóxicos incluso los “cotidianos” y “legales” tabaco y alcohol. Intentar estar en buena forma física, pero tampoco exagerando las expectativas de nuestro rendimiento.
Analice su horario en el día a día, qué cosas le sobran (no es bueno tener una agenda apretadísima que nos haga ir acelerados siempre), como distribuimos el tiempo (¿por qué nos levantamos tan tarde y tenemos que correr para llegar a nuestro trabajo?, ¿nos vale la pena realmente hacer ejercicio al mediodía para aprovechar el tiempo?). Cuidado, algunas de estas respuestas serán afirmativas, entonces adelante… pero cuantas veces nos dejamos atrapar por el “elogio a la actividad”, tan propio de nuestra época.
Es importante “conocerse a uno mismo”. En general sabemos qué tipo de cosas nos proporcionan tranquilidad y cuáles nos exasperan. Intentemos vivir a nuestro favor, si bien es cierto que hay cosas que no podemos modificar solo con que nos lo propongamos (cambiar de trabajo puede no ser fácil, nuestros niños son pequeños y demandan toda nuestra atención, o bien son nuestros mayores los que necesitan de nosotros). Pero insisto, recapacitemos sobre nuestro vivir cotidiano y aquello que nos vendría bien cambiar o afrontar de diferente manera. Un apunte en cuanto al tiempo. ¿Cuántas horas estamos frente a una pantallita: móvil, tablet, ordenador o TV?
7. Cuidado con las prisas, los cambios no son inmediatos. Los cambios que introducimos en nuestro estilo de vida o forma de encarar las cosas no producen efectos instantáneos. Ya hemos comentado que vivimos en la sociedad de la prisa, y estamos acostumbrados a los resultados inmediatos (aprieto un botón, y leo el periódico, digital por supuesto; compro entradas en un cine sin hacer cola; envío mensajes “en vivo y en directo” a las antípodas). Claro, que esto también conlleva que recibimos demandas y presiones continuamente (tenemos treinta correos antes de llegar al trabajo… nos los han enviado mientras dormíamos; los mensajitos del whatsapp nos interrumpen mientras estamos concentrados trabajando, por poner solo dos ejemplos, que bonita puesta de sol, no la miramos, la fotografiamos y «subimos» a instagram).
Pero bueno, a lo que íbamos. Los cambios a mejor no se presentarán en el primer minuto. Hay que tenerlo presenta para no desmotivarse. Y también que es natural sufrir altibajos: cualquier meta puede estar plagada de contratiempos, y vivir o convivir con la ansiedad no es un objetivo baladí. Si se produce un empeoramiento, si sufrimos una nueva episodio de ansiedad no significa que nuestros esfuerzos hayan fracasado, sino que vivimos la vida real con los vaivenes de esta partida en la que también cuenta el azar…
Charlie Brown y su ansiosa pandilla
Me he permitido «ilustrar» esta entrada con Charlie Brown y su pandlla. Charlie es el personaje principal de la tira cómica «Peanuts» creada y desarrollada por el dibujante Charles M. Schulz desde 1950 hasta su muerte en 2000. Se considera que ha sido la más difundida y popular, especialmente por dos de sus personajes, el niño Charlie Brown y su perro Snoopy (cuya identificación con el «mundo pijo» de la década de los 80 y parte de los 90, nada tiene que ver con el humor ácido del dibujante.
Casi todos los personajes de Schulz presentan alguna psicopatología menor, en relación con la ansiedad:
- Charlie Brown, tiene una baja autoestima, temor al rechazo y al fracaso, una ansiedad generalizada ante la vida que le hace estar siempre alerta y en ocasiones algo deprimido. Su sueño es sencillo: ganar un partido de béisbol… y que la niña Peggy Jean sea su novia (de hecho lo fue durante casi nueve años en la década de los noventa) aunque en una tira aparecida el 11 de julio de 1999 rompe el corazón de Charlie al decirle que tiene un nuevo novio.
- Linus van Pelt, uno de los amigos de Charlie. Necesita apoyarse en su mantita azul para enfrentarse al mundo.
- Lucy van Pelt, la hermana mayor de Linus. Es algo malintencionada, ya que no soporta que alguien sea feliz si ella no lo es. Su debilidad es el niño Schroeder, a quien solo le interesa el piano.
- Schroeder, el eterno concertista de un diminuto piano, obsesionado con la música nada percibe más allá de sus notas, como si nada mas existiera.
- Sally Brown, la hermana menor de Charlie. Es quizá la más realista de los personajes, excepto por que está permanentemente enamorada de Linus y quiere llamar su atención, pero Linus prefiere su manta.
- Pippermint Patty la pelirroja y su amiga Marcia (la gafotas), con sus personalidades dispares pero siempre juntas… y ambas enamoradas en secreto de Charlie.
- Snoopy, el perro de Charlie. Claustrofóbico (duerme encima de su caseta por ese motivo), mitómano (siempre se está imaginando como un héroe), escritor cuyas obras empiezan siempre con la frase:
«Era una noche oscura y tenebrosa»
Al día siguiente de la muerte de Charles Schulz se publicó su última tira, con un texto del propio autor que consideraba el cómic como un arte menor, pero consiguió mostrar con la ternura de sus neuróticos personajes el lado oculto del sueño americano.