Los ancianos se encuentran en elevado riesgo de padecer cuadros depresivos, especialmente los que denominaríamos reactivos, debido a que a lo largo de su vida acumulan mayor número de acontecimientos vitales negativos como haber padecido enfermedades, el fallecimiento de personas queridas y también acontecimientos de pérdida: tanto la de la actividad laboral, como problemas funcionales y limitaciones a su autonomía.

No obstante, aunque sea un problema común en la tercera edad, no lo podemos considerar como una parte normal del envejecimiento. Sin embargo, y con mucha frecuencia, en la gente mayor este cuadro clínico ni se reconoce ni recibe tratamiento.

El término médico depresión hace referencia a una enfermedad, un trastorno del estado del ánimo que interfiere significativamente en la vida de quién lo padece. No debemos confundirlo con el término coloquial con el que nos referimos a breves estados transitorios de desánimo, más o menos comunes, ante los estresores cotidianos.

La tristeza es el estado de ánimo predominante en la depresión. Las personas que manifiestan este estado de ánimo probablemente estén sufriendo un cuadro depresivo, aunque también podemos encontrarnos con estados de irritabilidad, apatía, desinterés y desesperanza.

La depresión es una enfermedad real, muy frecuente e incapacitante, ya que afecta a más del 3% de la población general.  Y este porcentaje es muy superior en aquellas formas depresivas menos graves (pero no por ello menos dolorosas). La prevalencia de la depresión es casi el doble en la mujer que en el hombre y el riesgo de padecerla aumenta, hasta tres veces respecto a la población general si se tienen antecedentes familiares de depresión en familiares de primer grado. La enfermedad depresiva debería tratarse de forma rápida y eficaz para evitar la cronificación, que puede producirse hasta en un 20% de los casos, y es inevitable en aquellos no tratados.

Factores predisponentes:

Ya he mencionado que en la tercera edad los cambios vitales pueden incrementar el riesgo de padecer un síndrome depresivo y también condicionar la evolución de un trastorno depresivo preexistente (como las fases depresivas en el trastorno bipolar, o los episodios de un trastorno depresivo mayor recurrente)

Algunos de estos factores de riesgo son:

  • Enfermedades médicas, que conllevan síntomas de tipo depresivo:
    • Enfermedad de Parkinson.
    • Enfermedades del tiroides.
    • Síndromes paraneoplásicos asociados al cáncer.
    • Accidentes cerebrovasculares.
    • Cardiopatías.
    • Polimedicación y consumo excesivo de sedantes y analgésicos que pueden disminuir la alerta.
  • Factores ambientales:
    • Los cambios de domicilio, ya sea por cambio de vivienda, localidad o de barrio, ir a vivir con alguno de los hijos o instalarse en un centro residencial de la tercera edad.

Aunque dichos cambios se hagan para mejorar la calidad de vida del paciente, o bien para estar mejor atendidos médicamente y/o tener más compañía, los cambios implican una pérdida importante de referencias en cuanto al entorno y a la red social propia de la persona afectada.

  • Situaciones de dolor y padecimientos crónicos.
  • Pérdida de contacto con los seres queridos, como el traslado de los hijos a lugares más o menos lejanos.
  • El fallecimiento del cónyuge y de amigos cercanos.
  • Pérdida de la independencia, habitualmente por problemas de movilidad o la necesidad de cuidados médicos específicos.

Síntomas:

Los síntomas serán los característicos de los cuadros depresivos, aunque en las personas mayores pueden ser mas difíciles de detectar dado que la fatiga, la inapetencia y el insomnio pueden interpretarse como parte del proceso de envejecimiento o que se trate de alguna afección física.

Diagnóstico diferencial y tratamiento:

Sin embargo, es muy importante antes de realizar un diagnóstico de depresión en un anciano y sobre todo de medicarlo, descartar la posibilidad de cualquier otra causa que sea la responsable de los síntomas.

La realización de un diagnóstico diferencial muy preciso siempre tiene razón de ser, pero en la tercera edad, debemos considerar que:

  • La sintomatología de depresión puede ser prodrómica (es decir la antesala) de otras patologías, especialmente de cuadros degenerativos como las demencias.
  • Se debe hacer un análisis exhaustivo de las medicaciones previas (por sus efectos adversos e interacciones) dado que los pacientes mayores suelen estar polimedicados.
  • Una vez realizado el diagnóstico, es de vital importancia la personalización del tratamiento farmacológico, en caso de ser necesario, sobre todo -insisto- teniendo en cuenta las interacciones con fármacos previos que pudieran tomar.

Por último, tener años no debería implicar la pérdida irremediable de la alegría de vivir, y que posiblemente un buen antidepresivo sea el calor de la familia (aunque no será lo único que necesite un anciano con depresión). Pero si que podemos reflexionar en cual es el papel de las personas de la tercera edad en el sigo XXI. 

 

Oda a la edad (Pablo Neruda)

Yo no creo en la edad.

Todos los viejos
llevan
en los ojos
un niño,
y los niños
a veces
nos observan
como ancianos profundos.

¿Mediremos
la vida
por metros o kilómetros
o meses?
¿Tanto desde que naces?
¿Cuánto
debes andar
hasta que
como todos
en vez de caminarla por encima
descansemos, debajo de la tierra?

Al hombre, a la mujer
que consumaron
acciones, bondad, fuerza,
cólera, amor, ternura,
a los que verdaderamente
vivos
florecieron
y en su naturaleza maduraron,
no acerquemos nosotros
la medida
del tiempo
que tal vez
es otra cosa, un manto
mineral, un ave
planetaria, una flor,
otra cosa tal vez,
pero no una medida.