El primer domingo de mayo se celebra en España el “Día de la madre”. He recibido multitud de felicitaciones vía whatsapp, la mayoría de otras madres como mis cuñadas o mis compañeras de profesión, y entre las bromas, Sonia nos decía que, como eso del día de la madre era un invento de los grandes almacenes, sus hijos “adolescentes antisistema” coherentes consigo mismos no le habían regalado nada.
Sinceramente, yo también pensaba que era un invento más o menos comercial, más antiguo, pero comercial como el “Black Friday” o “Halloween” (que me da mucha rabia, porque aquí siempre había sido la Festividad de Todos los Santos, sin calabazas ni brujas). Pero bueno, para salir de dudas está la Wikipedia ¿no? Pues he ido a “la fuente” a ver que decía.
Parece ser que no es un invento de Blomingdale’s, Saks y mucho menos de El Corte Inglés. A saber, en 1858 una mujer llamada Ann Reeves Jarvis, natural de West Virginia, instauró unos clubes de trabajo para madres en distintas ciudades de ese estado para mejorar la salud de los niños. Estos clubes tenían por objeto brindar asistencia y educación a las familias para reducir las enfermedades, mejorar las condiciones sanitarias y disminuir la mortalidad infantil. Dependían de la Iglesia Episcopal Metodista a la que la señora Reeves Jarvis pertenecía y recaudaban dinero para comprar medicamentos y contrataban a mujeres para ayudar a las familias donde la madre padecía tuberculosis u otros problemas de salud. Este tipo de ayuda se hizo más necesaria al poco tiempo puesto que los Estados Unidos se sumió en la Guerra Civil (1861-1865). El hermano de la dama, el Dr. James Reeves se sumó a estos esfuerzos ya que era muy reconocido por su trabajo en las epidemias de fiebre tifoidea en el noroeste de Virginia.
Anna Marie Jarvis fue la novena de los once hijos de esta mujer (lo similar del nombre puede inducir a cierta confusión). Nació en 1864 y siempre estuvo muy unida a su madre y alentada por ella fue pionera en realizar estudios universitarios sobre pedagogía y trabajó en el sistema de escuelas públicas. También fue la primera mujer editora literaria y publicista en una agencia. En mayo de 1908, tres años después de la muerte de su madre, Anna Marie Jarvis celebró una ceremonia para honrar la memoria de esta y de todas las madres de la Iglesia Episcopal Metodista Andrews en Grafton, West Virginia, con una ofrenda de claveles blancos.
Posteriormente en 1914 una proclama presidencial representó la validación pública de sus esfuerzos, pero Jarvis siempre insistió en mantener el significado sentimental de ese día y cuando en la década de los 20 del siglo XX, la industria (de tarjetas de felicitación, de flores, de dulces, de perfumes) se “apropió” de la idea del regalo fue crítica con esta práctica:
“Una tarjeta impresa no significa nada, excepto que eres demasiado perezoso para escribir a la mujer que ha hecho más por ti que nadie en el mundo. ¡Y dulces! Le llevas una caja a mi madre y luego te comes la mayor parte. Un lindo sentimiento”
(No se como reaccionaría Jarvis hoy día, frente al aluvión comercial de estas conmemoraciones).
No obstante, me ha hecho pensar en el reconocimiento a las madres que seguramente solo se puede valorar cuando eres una mujer adulta… y bastante adulta. Mujeres de otra generación y de otro tiempo, de las que actualmente somos espejo aunque en otro escenario: generadoras de autoestima, de valores y también de miedos y ansiedades. Felicidades a las madres que fueron, a las que somos y a las que serán.
Y para restarle solemnidad al asunto, este vídeo me ha parecido genial: