Siempre me han llamado la atención los «días mundiales de … algo», como hay tantos ya, no se si sirven o no sirven o son un mero recordatorio-listado de la cantidad de problemas pendientes que arrastra nuestra humanidad en su paso por la Tierra.
Pues bien, el día 10 de octubre es el asignado para el «Día Mundial de la Salud Mental». Como era domingo y en medio del puente (para quien lo haya disfrutado) que nos ha proporcionado el martes 12 de octubre, creo que pasó bastante desapercibido.
La OMS, ha utilizado este año el lema:
«Atención de salud mental para todos: hagámosla realidad»
Que a mi personalmente me parece estar muy lejos de la realidad, cómo lo haremos. Supongo que
- Dotando de mayores presupuestos para la atención en salud mental.
- Mayor número de profesionales: médicos, psicólogos, enfermeras, trabajadores sociales.
- Hacer accesible los recursos de salud a la comunidad.
- Y sobre todo, a mi entender, luchar contra el estigma, cambiar la mentalidad de que la persona que padece un problema psíquico, es porque quiere, porque es un débil, o peor aún porque es un farsante. Cualquiera de estos supuestos genera un mayor dolor en los pacientes y es también una razón para mantener oculto el padecimiento mental.
Está claro que la pandemia de COVID-19 ha representado un gran impacto en la salud mental de las personas. Las razones han sido diversas:
- El miedo a lo desconocido, la percepción de peligro sobre todo en momentos iniciales.
- El dolor por las pérdidas de seres queridos, sin acompañamiento, como si se hubieran desvanecido por nuestra vida.
- Los ingresos de los pacientes, aislados y sin mas consuelo que el tenue hijo del smartphone.
- Los grupos de primera línea, como los trabajadores de la salud, pero también aquellas personas que han seguido al pie del cañón para mantener los suministros a la población.
- Los estudiantes, alejados de sus compañeros, recibiendo algo de instrucción a través de las pantallas… sean de la edad que sean, pensemos que los niños pequeños estuvieron varios meses sin salir de sus casas, y después lo podían hacer «en horas concertadas».
- Las personas que han visto mermada su economía, por negocios que perdieron sus ingresos, pérdida parcial o total de empleo.
- Las personas que vivían solas, que incremento de la soledad esta soledad impuesta por decreto.
- Y el conjunto de la población, primero aislada, después saliendo a cuentagotas, unos trabajando desde casa (a muchos les vino bien), a otros les hastió, según las circunstancias de cada cual. Recibiendo noticias e instrucciones en muchas ocasiones contradictorias. Pensemos que todavía no nos vemos las caras…
En fin, creo que la pandemia ha funcionado como una situación de estrés crónico (se está manteniendo por encima de dieciocho meses) y aunque he visto que la prensa ya no le dedica la sección de «seguimiento COVID» creo que ayer se registraron 77 fallecimientos en todo nuestro país. Setenta y siete personas, familias, amigos… las cifras de dos guarismos no nos impresionan ya.
Y todo ello dentro de un panorama previo en que la salud mental es como el «patito feo» de la sanidad. Y que los pacientes -lamentablemente en muchas ocasiones- mas que tratados son maltratados por la falta de recursos, las absurdas esperas burocráticas y el uso del diagnóstico como etiqueta discriminativa.
Largo camino para un día de octubre… ojalá lo sea para todo el año.