La hipocondría o hipocondriasis es un trastorno en el que el paciente presenta una preocupación excesiva con respecto a padecer alguna enfermedad grave.
El hipocondrio, que da nombre al trastorno es una región anatómica situada bajo las costillas y el apófisis xifoides del esternón, donde según la medicina humoral de la antigüedad se creían que se acumulaban los vapores causantes de ese mal.
El paciente con hipocondríaco suele ser un paciente “molesto” para los médicos a los que acude, puesto que el facultativo suele creer que el paciente “no tiene nada” mientras que el individuo que lo sufre adopta una actitud de temor extremo ante la enfermedad, y por ello se somete constantemente a un autoanálisis, minucioso, preocupado y obsesivo de las funciones fisiológicas, pensando en ellas con una fuente segura de enfermedad.
Para el paciente el más leve síntoma (o incluso percepción corporal) es atribuido a una enfermedad (probablemente la más grave o maligna de todas por antonomasia: cáncer) y acude a las consultas para ratificar dicha sospecha. Suele tranquilizarse ligeramente cuando se le indica que no es preocupante aquello que tiene o ha percibido, pero dicha serenidad suele ser superficial y de corta duración, puesto que si sigue percibiendo algo, cualquier cosa, o bien dudará del conocimiento del médico, o de que no le ha hecho las pruebas oportunas… y en casos más extremos, puede llegar a una situación quasi-delirante de creer que como está tan gravemente enfermo, no se lo quieren decir, médicos ni familia, para que no se preocupe.
Además, otro gran potenciador de la hipocondriasis, ha sido la facilidad para consultar datos médicos a través de internet. En el siglo pasado, quien más quien menos disponía de una Enciclopedia Médica o de Primeros Auxilios, donde el paciente ansioso y preocupado por sus síntomas, consultaba. Pero ahora, a golpe de clic está disponible una pléyade de información médica, en la que el paciente se zambulle buscando tranquilizarse y normalmente lo que consigue es estar mucho más preocupado y alarmado.
Hace tiempo, aconsejaba a mis pacientes con trastorno de ansiedad por enfermedad, que es así como se denomina la hipocondría en la actualidad, para quitar lo peyorativo del término, que no miraran en internet. Me he resignado a no hacerlo, porque nadie me hacía caso… Sin embargo, les advierto que pueden encontrar información de diferente calidad, y que incluso aunque den con páginas muy buenas de instituciones o profesionales prestigiosos, dicha información no les servirá de mucho por dos razones:
- el sesgo de la preocupación (un listado de posibilidades ante un síntoma abarcará desde causas leves a causas muy graves), el paciente obviamente se fija e indaga en lo más agorero, que es aquello que corrobora su padecimiento.
- El sesgo de la “no categorización”. Estudiar medicina lleva seis años, si eres un estudiante con aprovechamiento, después se hace una especialización de tres a cinco años más, y después vas aprendiendo con el estudio constante y la práctica. Esto, no lo sustituye una buena página de internet, ni de momento la IA.
A partir de aquí, si usted se reconoce como una persona con un trastorno de ansiedad por la salud, no lea más. Me explico, un estudio reciente de una universidad escandinava concluye que las personas con hipocondría (o trastorno de ansiedad por la salud) tienen una esperanza de vida algo menor que la población general de su entorno.
El trastorno de ansiedad por la salud es un cuadro clínico debilitante. Lo habitual es que la persona que lo sufre pase mucho tiempo con preocupaciones innecesarias y visitando médicos, clínicas, servicios de urgencias, haciéndose análisis o pruebas (en la mayoría de los casos, pruebas prescindibles). Dicho padecimiento es costo para los sistemas de salud por el tiempo y los recursos de diagnóstico invertidos para “tranquilizar” al paciente. Pero para el paciente es invalidante y estigmatiza, ya que un historial de repetidas “quejas” puede conllevar que se minimice en algún momento algún síntoma real. (Como en la fábula de Pedro y el lobo, en definitiva).
Asimismo, los profesionales de la medicina general prefieren dedicar tiempo a tratar a personas con “auténticas enfermedades”, lo que a menudo hace que su trato con estos pacientes sea desdeñoso y la petición de análisis y pruebas, un recurso para sacudírselos de encima en esa visita, pero que genera más la creencia en este tipo de enfermos de estar realmente muy mal. “Si me han pedido tantas pruebas, por algo será”.
Investigadores suecos siguieron a unas 42.000 personas durante veinte años, entre ellas, 1.000 cumplían criterios para hipocondría o trastorno de ansiedad por la salud. Durante ese período estas personas tuvieron mayor riesgo de fallecimiento, en promedio los afectados de hipocondría morían cinco años más jóvenes que los que se preocupaban menos.
Entre las causas más probables de muerte por enfermedad eran problemas cardiovasculares, respiratorios y “desconocidas”. De forma peculiar, no se halló una mayor incidencia de cáncer, a pesar de estar muy extendido el temor a esta dolencia en la población afecta de hipocondría.
La principal causa de muerte no natural fue el suicidio. Esta mayor incidencia parece fácil de explicar ya que en general, el riesgo suicida está incrementado en toda la población psiquiátrica, y si añadimos el hecho de que las personas con trastorno de ansiedad por la salud (o por la enfermedad) pueden sentirse desestimadas o estigmatizadas y que esto les acarree otros cuadros psíquicos como el trastorno depresivo. Sin embargo, no deja de ser curioso que personas que tengan tanto temor a la enfermedad, y por tanto al padecimiento y a la muerte, puedan tomar este camino para dar punto final a su sufrimiento.
El riesgo por causas naturales es mas difícil de explicar, aunque puede haber factores que lo determinen:
- Estilo de vida, por ejemplo, el consumo de tabaco y de alcohol puede estar relacionado con enfermedades cardiovasculares y respiratorias. Muchas personas con ansiedad (del tipo que sea) pueden acudir a estos tóxicos para obtener un efecto calmante.
- También es sabido desde un punto de vista epidemiológico, que las personas con hipocondría es común que tengan o hayan tenido algún familiar con una enfermedad grave, y qué por haberla vivido de cerca, el temor a la enfermedad sea superior. Entonces, también se podría concluir que muchas enfermedades graves tienen un componente genético, y por tanto la esperanza de vida se acorte en familiares que compartan algunos genes responsables de la expresión de esas enfermedades.
A pesar de todo lo expuesto, y que el estudio parece riguroso, como lo suelen ser los análisis epidemiológicos realizados en los países escandinavos, tampoco puede elevarse a categoría dichas conclusiones. En la práctica clínica cotidiana de los psiquiatras, atendemos a pacientes muy longevos y que buena parte de su vida han arrastrado alguna preocupación por la salud, habitualmente (y tanto mejor para el paciente) o de forma continuada, pero sí precipitada por algún acontecimiento estresante.
El enfermo imaginario
Le Malade Imaginaire, última obra dramática escrita por Molière es una comedia en prosa, estrenada en febrero de 1673 en el escenario del Palais Royal de París.
La obra gira en torno a Argan, el “paciente imaginario”, viudo que se casó en segundas nupcias con Béline, qué fingiendo atención y cariño, en realidad solo espera la muerte de su marido para heredar. Argan, preocupado por su salud, se somete a sangrías, purgas y toma todo tipo de remedios prescritos por los médicos pedantes, mas preocupados por agradar a sus pacientes que para ayudarles a mejorar en su salud.
En la cuarta representación Molière, el autor que asimismo interpretaba a Argan, enfermó, y aunque intentó ocultar su dolor no pudo acabar la representación. En realidad, no murió en el escenario, como dice la leyenda transmitida, ya que lo llevaron a su casa y falleció pocas horas después.
La pieza es una sátira de los médicos que explotaban el miedo a la muerte o a la enfermedad, y era un tema que ya existía tanto en el teatro francés de la Edad Media como en la Commedia dell-Arte italiana.
Para ello Molière utilizó dos recursos cómicos: ridiculizar la jerga de los médicos y la pretensión sartorial (ya que el disfraz es suficiente para ridiculizar a quien lo lleva).