Es un hecho que muchas personas disfrutan comprando, especialmente mujeres, aunque esto último es un estereotipo, a muchos hombres también les encanta comprar.

Además en los últimos veinticinco años se ha producido una “norteamericanización” del hábito de compra, incorporándose la visita a las grandes superficies como pasatiempo rutinario y familiar, que han sustituido a otro tipo de paseos (recuerdo en mi infancia, visitar el puerto, las Ramblas o el parc de la Ciutadella).

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El barullo de las compras

Parc ciutadella

 La serenidad del parque

     

Es evidente que necesitamos comprar para abastecernos de alimentos, ropa y enseres. También de cachivaches tecnológicos y libros (estos menos), pero lamentablemente para algunas personas “ir de compras” se ha convertido en un penoso e irresistible estilo de vida. Estas personas son los llamados “compradores compulsivos” y el problema que aquejan en psiquiatría se denomina “oniomanía”.

Sin embargo, el término no es reciente, sino que fue acuñado por el psiquiatra Emil Kraepelin en el siglo XIX. La palabra proviene etimológicamente del griego “onios” que quiere decir “para la venta” y “mania” (locura). En 1924, Eugen Bleuler incluye también en sus primeros libros de texto sobre psiquiatría dicho cuadro. No obstante, hoy en día no se considera una entidad nosológica independiente, estando encuadrada dentro del apartado de “Trastornos del control de los impulsos” en las categorías diagnósticas actuales.

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Dr. Emil Kraepelin, que describió la oniomanía (entre tantas otras cosas)

Así, los criterios que definen a estos compradores compulsivos y desatados son comunes a los del grupo del descontrol impulsivo, aunque específicamente:

  • Presencia de impulsos excesivos y recurrentes por comprar, que producen importantes problemas personales y familiares, ya que normalmente este hábito suele producir un descalabro en la economía de la persona y de la familia.
  • Impulsividad y repetición de la conducta de compra, pese a las consecuencias negativas que trae esta conducta para la persona. El individuo es consciente de que tendrá problemas, con la tarjeta de crédito, con el marido o la esposa, pero no puede sustraerse al impulso frente al objeto deseado.
  • Necesidad urgente e irreprimible de comprar.
  • Intentos fracasados de controlar gastos.
  • La existencia de consecuencias negativas tangibles de comprar excesivamente, como agotamiento marcado, deterioro social o laboral, y problemas financieros o familiares.

Esta conducta generalmente se asocia a otros cuadros psíquicos, como trastornos del estado de ánimo (como el trastorno bipolar o los trastornos depresivos… aunque la vía de entrada a la compra compulsiva es diferente, lo consideraremos después), también a trastornos de ansiedad, otros cuadros de descontrol conductual y trastornos de la alimentación.

Independientemente de si existe otro diagnóstico comórbido, las personas con este problema tienden a comprender y valorar mal sus sentimientos, y obviamente también sufren de una dificultad para distinguir entre deseo y necesidad. Toleran poco los estados desagradables como estar malhumorados o irritables, experimentar tristeza o sentimientos de soledad y frustración. El problema puede empezar a presentarse en la adolescencia o en la edad adulta temprana y suele tender a la cronicidad. Para los estudiosos del tema el concepto de “compra compulsiva” no se circunscribe a los que compran más allá de sus posibilidades, sino también a aquellas personas que emplean una cantidad excesiva de su tiempo yendo de compras siendo ésta su exclusiva actividad placentera. En la génesis de la compra compulsiva encontraríamos dos grandes situaciones de inicio: la del hábito reiterado y la conducta de evasión de los problemas.

Por otra parte, y como parece obvio, las personas que realizan compras compulsivas tienen muchos puntos en común con aquellos que tienen “trastorno por acumulación”. Aunque hay pocos estudios epidemiológicos, se dice que la oniomanía afectaría al 5% de la población occidental (tomamos como medida los estudios epidemiológicos de USA) afectando mayoritariamente a mujeres (por encima del 70 u 80% de los afectados). Las mujeres suelen adquirir ropa, zapatos, complementos, perfumes, regalos y mobiliario, mientras que los hombres suelen ser consumidores de productos de tecnología o herramientas. Aunque parezca un estereotipo, así es.

Los trastornos afectivos y la compra compulsiva:

De siempre se ha descrito que los pacientes con trastorno bipolar, cuando se encuentran en fase maníaca y expansiva, tienen conductas desproporcionadas… y una de estas es el realizar compras inmotivadas: aún sonrío al recordar a un paciente con este diagnóstico ingresado en el hospital donde realizaba mi internado previo al examen MIR, que en una breve salida y como agradecimiento a todos los miembros del staff  (incluyéndome a mí siendo mi categoría de “ayudante del residente”) encargó en un anticuario de la ciudad sendos muebles de época, que al día siguiente fueron trayendo al servicio de Psiquiatría (si a alguien le interesa a mí me tocó un imponente bargueño del siglo XVIII). Naturalmente, todos fueron devueltos por la tajante instrucción del jefe de servicio y catedrático (Dr. Cervera)… Este tipo de compra del paciente en estado de manía o hipomanía se debe a su humor exaltado.

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                   El agradecimiento exagerado

Los pacientes con cuadros depresivos o cuadros de ansiedad, realizan las compras como conducta compensatoria o de gratificación inmediata. Habitualmente no se trata de gastos descomunales, pero lo cierto es que en la mayoría de ocasiones son cosas que no precisan, también obtienen placer en hacer regalos para otros… Cuando compran cosas para sí, en muchas ocasiones ni siquiera tienen la oportunidad de estrenarlas o disfrutarlas, el disfrute está en el acto de la adquisición.

Tratamiento:

El tratamiento de este cuadro dependerá de si existe o no un diagnóstico que lo explique. No existen fármacos en “exclusividad” para las conductas complejas, aunque si estamos ante una situación de ansiedad o depresión, será más que razonable el tratamiento de las mismas. Sin embargo, siempre se deben implementar terapias de tipo cognitivo-conductual para tratar los elementos distorsionados de pensamiento, por ejemplo, “si me compro esto seré feliz” o bien “si no puedo adquirir esto seré infeliz” que subyacen en la mayoría de los casos.

Mary Todd Lincoln

Mary Ann Todd Lincoln, (1818-1882) la esposa del Presidente más admirado de los Estados Unidos, fue una auténtica adicta a las compras. Mary Ann provenía de una familia adinerada de Kentucky, y se casó con Abraham Lincoln cuando tenía 23 años (y él 33) residiendo en Illinois.

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Cuando en 1861 Lincoln llega a la presidencia, su esposa Mary se gasta una auténtica fortuna redecorando toda la Casa Blanca, tanto los espacios públicos como los privados, comprando carísimos elementos como vajillas y porcelanas de China, hecho que enojó extraordinariamente al Presidente; para sufragar el coste de las reformas el Congreso hubo de aprobar dos créditos adicionales.

Parece ser que Mary Ann sufrió algún tipo de trastorno psiquiátrico, se ha especulado que un trastorno bipolar. Padecía intensas migrañas y en muchos períodos un estado de postración debido  a la depresión, también se han descrito un temperamento irritable, frecuentes arrebatos en público, así como los gastos excesivos (no solo en redecoración…). Los historiadores también especulan en que estas rarezas se incrementaron tras sufrir una lesión en la cabeza por un accidente en un coche de caballos. Como sea, Mary Ann ha pasado a la historia como una gran compradora.