Mucho se ha escrito -y anualmente se repite- acerca de la tristeza que producen las fiestas de Navidad en algunas personas, provocando estados depresivos.
Una simple búsqueda en Google de los términos “depresión en Navidad” nos remite a un abrumador número de resultados… pero ¿qué hay de contrastado y científico en todo este aluvión de entradas?
La mayoría de estas entradas, ya sea en español como en inglés, se refieren a artículos publicados en revistas digitales o digitalizadas de información general, o de salud y también blogs de divulgación en psicología. Casi todos proporcionan consejos de sentido común para “sobrevivir” emocionalmente sanos a las fiestas navideñas.
Por tanto, recurro a una fuente más fiable desde el punto de vista científico y me dispongo a ver la bibliografía médica: realmente no encuentro ningún estudio serio y bien controlado que sirva de referencia para este piélago de artículos que nos previenen y aconsejan frente a este supuesto mal. Existe un estudio canadiense de finales de los 90, pero en el mismo se concluye que diciembre es el mes del año con menos tasa de suicidios consumados en Canadá. Otro estudio de 1999 compara las urgencias psiquiátricas atendidas en la temporada navideña comparada con las del resto del año, y resultó que no se hallaron diferencias significativas. Des pasado año, un estudio escandinavo sobre RMI funcional y “espíritu navideño”. Del resto, apenas nada.
¿De dónde ha surgido pues toda esta prevención navideña? Posiblemente de la observación de lo que hemos apreciado en nuestra práctica cotidiana aquellos que trabajamos en salud mental. Pero no olvidemos que las observaciones son eso, observaciones, que pueden ser valiosas a nivel descriptivo, pero no pueden elevarse a la categoría de resultados científicos contrastados… pero podemos definir aquello que vemos.
Así ¿cuáles son las causas de estos síntomas depresivos en Navidad?
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La primera y más simple: la alta prevalencia de la depresión. De hecho, en España entre un millón doscientas mil y un millón quinientas mil personas padecen en este momento un trastorno depresivo, aunque se estima que el 35% de los casos no está diagnosticado. Lógicamente, por el simple hecho de ser Navidad estas personas no mejorarán automática y mágicamente. No es posible recuperarse de esta dolencia “a fecha fija”, es mas la sensación de no poder incorporarse a la festividad, reuniones y jolgorios diversos puede incrementar en los pacientes sus sentimientos de aislamiento y desazón.
- El llamado Trastorno Afectivo Estacional (o SAD) por sus siglas en inglés. Se trata de un cuadro condicionado por la latitud y la falta de luz, premisas que no se cumplen en nuestro medio, por lo que tiene una baja prevalencia, pero claro, algunas personas pueden sufrir esta dolencia.
- Las situaciones de adaptación ante acontecimientos vitales, ya sean cercanos o biográficos: en estas fechas es natural que percibamos nostalgia y dolor por los que faltan, mirar a los reunidos hace sentir más hondamente las ausencias.
- Y no olvidemos que también hay personas que no tienen -o no se llevan bien- con sus familias, puesto que no siempre la familia es el núcleo de seguridad, apoyo y afecto que se presupone.
- A comentar también algunas circunstancias de estrés que conlleva la fiesta o mejor dicho su celebración: el mercantilismo excesivo, las auto-exigencias, las prisas, la preocupación por el descalabro que representan para una economía familiar… con lo cual muchas personas han pasado de celebrar a padecer.
Por ello, sí en Navidad hay personas que lo pasarán mal, con gran tristeza, apatía y soledad si ya sufrían una depresión. Para otras personas, solo será fastidio y hartazgo y para muchos de nosotros representará la melancolía del pasado sobre todo de ese territorio idealizado que es la niñez que vivimos (o que no vivimos).