Nada mas sorprendente que la respuesta humana. Durante varios meses he oído a casi todo el mundo anhelar, o sería mas exacto, suspirar por la llegada de la vacuna de la Covid-19, que definitivamente nos librara de esta pesadilla pandémica.
Y ahora que la vacuna (las vacunas) se van aprobando, distribuyendo y prescribiéndose, advierto un nivel de reticencia (que según estadísticas sobrepasa al 25% de la población):
“Yo no quiero ser el primero (o la primera)»
¿Qué nos asusta de las vacunas contra el SARS-CoV-2?
Analicemos pues,
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Teorías conspirativas diversas
Comentaré brevemente una…. He oído que Bill Gates y una serie de mandatarios nos introducirán un microchip en nuestro plasma para tenernos controlados; buena historia para una distopía, pero ¿hace falta que nos introduzcan un chip para controlarnos? A ver, si cuando aceptamos las cookies en cualquier página de internet estamos dejando un rastro de miguitas virtuales para que el Gran Algoritmo sepa de nuestros gustos, aficiones, deseos de compra, objetivos de vacaciones y demás. Para que molestarse en el microchip. Mas bien me recuerda a los guiones de películas como “Desafío total” o “Blade Runner”.
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Han ido demasiado rápido
Es verdad, han ido muy rápido y creo que es un auténtico portento el diseño de las vacunas y las estrategias teóricas utilizadas, y luego llevar ese producto a una fabricación a escala del mundo mundial.
¿Será acaso porque se han invertido sumas astronómicas de dinero para tal fin? Es cierto que no sabemos todos los efectos adversos que pueden producirse a cinco, diez, o veinte años, es decir los efectos secundarios infrecuentísimos que se advierten una vez que un medicamento está en el mercado. Para eso existe toda una disciplina que es la Farmacovigilancia. Pero, ¿podemos permitirnos esperar a hacer estudios sobre millones de voluntarios cuando tenemos encima una enfermedad que ha costado ya dos millones de vidas humanas? Tengamos en cuenta que en los estudios de fase III se ha observado que son seguras.
Es posible que para nuestro selecto paladar ético nos haya disgustado el carácter competitivo que ha adquirido la búsqueda de la vacuna, cosa que puede haber alimentado la desconfianza. Las ruedas de prensa con los anuncios de las farmacéuticas en franca carrera con sus porcentajes de eficacia. Así, como el rápido enriquecimiento de algún alto directivo listillo de esas empresas al utilizar tal información para generar aumentos bursátiles. Pero, se puede ser abyectamente ambicioso y elaborar una vacuna fenomenal, de la misma forma que la habilidad de un personaje público (actor, escritor, deportista o lo que sea) puede disociarse de su vida privada; tenemos ejemplos cercanos.
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La infodemia
La sobre-exposición informativa (infodemia) es algo novedoso, y que contribuye a las vacilaciones y dudas de la gente. Además, todas las informaciones están dramatizadas y pormenorizadas, magnificándose las cosas: como ejemplo, “dos personas alérgicas vacunadas han tenido efectos adversos graves”. Tengamos en cuenta que tampoco salen en el diario los efectos adversos de los analgésicos o de los fármacos que descienden el colesterol, o de los antidepresivos (que me quedan más cerca). No imagino un titular de diario en versión digital que diga:
“Un paciente psiquiátrico que recibía antidepresivos ha padecido un episodio de hipotensión ortostática y por tanto mareo, y caída al suelo”
O bien
“Se detecta elevación de la tensión arterial en varios pacientes que recibían venlafaxina”
¿A qué puede sonar terrible?
Se describirán efectos adversos, claro que sí, pero también los hay cuando tomas una aspirina o un ibuprofeno, antibióticos, citostáticos etc…Con las vacunas aprobadas para la Covid-19 el beneficio es mucho, se pueden asumir los riesgos.
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Los efectos adversos institucionales
Aquí copia literalmente de un editorial de Univadis, escrito por el Dr. Miguel Álvarez Deza, especialista en medicina preventiva:
“Ya sabemos que la vacuna de Pfizer que se empezó a administrar estos días es muy eficaz contra la Covid-19, pero en cambio para la convivencia pacífica de la vida política de nuestro país está resultando muy perjudicial. Nos habían alertado de posibles efectos secundarios, pero nadie nos habló de que aumentaría las batallas y alborotos entre la clase política.
Una clase política que nos ha llevado a vivir en tal grado de crispación y enfrentamiento que hasta la mejor noticia del año y la más deseada ha servido para que afloren las descalificaciones y amenazas.”
…
“Nos anuncian que estamos ante el principio del fin de la pandemia. Pero no nos han dicho nada de que nos encaminamos hacia el final de este clima hostil y de pelea permanente. Porque nada se sabe aún de la vacuna contra la insolencia y la mezquindad, que tan necesaria es”.
Sinceramente, el hecho de que no haya unas normas con criterios únicos, coordinados, racionales (y no me refiero solo a las autonomías, sino también cada país con su “sálvese quien pueda”) que se expliquen con lógica científica y de forma didáctica pero no complicada habrían ayudado y mucho a toda la población.
Cuando mis pacientes me preguntan sobre la vacuna, mi respuesta es:
“Yo si me vacunaré, y si tiene dudas, consulte a su médico (medicina general, internista) de confianza”.