Estos días he empezado a leer cosas sobre la “depresión postvacacional”. Mejor dicho, he visto publicados en diarios, revistas y también he oído hablar de ella por televisión.

Vamos a ver, la depresión, o mejor dicho un trastorno depresivo es algo muy serio y que produce un gran dolor, incapacidad y desesperanza en la persona que lo sufre.

Por eso, me sorprende que tan alegremente coloquemos la etiqueta de “depresión” a algo que es un fenómeno natural, leve y transitorio. No nos acordamos acaso de cuando éramos niños y nos interrumpían en nuestro juego: a cenar, a dormir, a lavarse los dientes, a hacer los deberes… seguro que todos preferíamos jugar que cenar, que dormir, que lavarnos los dientes y desde luego que hacer los deberes.



Todos los organismos prefieren unas situaciones que otras. Desde luego, yo prefiero las vacaciones que ir a trabajar. Prefiero ser dueña de mi tiempo y de mi espacio, de mis horarios, de mis deseos, de la sensación de libertad que produce no tener que levantarse a la hora que suena el despertador… claro que sí. Y el día anterior a reincorporarme al trabajo, me pregunto cómo es que han pasado tan deprisa, y que no he podido hacer todo aquellas cosas estupendas que me había propuesto hacer, o que no he leído lo suficiente, o lo que sea…

Sin embargo, me gusta (me apasiona mi trabajo) mientras tecleo esto pienso como serían unas vacaciones constantes (si en la improbabilidad más absoluta, en algún sorteo se me otorga un premio supermillonario). Y pienso que no haría vacaciones constantemente, que quizá recortaría el horario, y disminuiría el volumen de trabajo, puesto que sí que querría disponer de más tiempo libre… pero ¿dejar de trabajar?



Vaya, me he apartado de mi propósito inicial, que era “criticar” ese pequeño aluvión de noticias sobre algo que –a mi entender- clínicamente no existe.

Lo que ocurre es que a algunas personas la vuelta a la rutina les puede generar una incomodidad que se acompañe de algún síntoma, como insomnio o intranquilidad (y encima está descrito que dura solo quince días)…  Especialmente si en esa rutina, en ese trabajo uno no se siente gratificado,  o incluso puede estar padeciendo una situación laboral penosa con la posibilidad de ser despedido, o tener unos horarios extenuantes, unas condiciones económicas escasas, o incluso mayores problemas como el “mobbing” o un gran estrés laboral.

Por otra parte pensemos que hay personas que no tienen vacaciones. Unas, porque no tienen trabajo (remunerado, quiero decir). Y la situación de estar parado no es equiparable a hacer vacaciones, desde luego que no…


Y otras personas, no disfrutan de sus vacaciones (lo que equivale a no tenerlas)  porque además de sus compromisos laborales deben cuidar de familiares que lo precisan,  sobre todo personas mayores, con algún grado de deterioro, invalidez y dependencia. Lógicamente los familiares cuidadores, habrán hecho vacaciones en su trabajo, pero han seguido al pie del cañón con los suyos, especialmente ahora que la Ley de Dependencia se ha quedado tan rancia en las ayudas a estos héroes cotidianos.


Feliz vuelta al trabajo… 


Y que haya trabajo (un buen trabajo) para todos.