Desde el inicio de la pandemia del SARS-CoV-2, se ha escrito bastante acerca de epidemias y pandemias previas que ha sufrido la humanidad, sus analogías y sus diferencias. Asimismo, en una entrada previa, ya hablé sobre los efectos del COVID-19 sobre el sistema nervioso central y algunas de las observaciones y artículos publicados has ahora.
Pues bien, la mal llamada “gripe española” produjo como secuela otra pandemia, la de la “encefalitis letárgica” que entre 1915 y 1926 afectó a casi cinco millones de personas, provocando la muerte de más de un millón y medio de ellas.
En el invierno de 1916, aparece (o se describe) en Viena una “nueva” enfermedad de tipo neurológico y cuya incidencia parece aumentar en todo el mundo en los siguientes tres años. De hecho, los primeros casos se describieron en el invierno entre 1915-1916, pero hay que tener en cuenta que Europa era campo de batalla de la I Guerra Mundial, por lo que la comunicación de los casos fue lenta y caótica. Pero recapitulemos y volvamos a:
La gripe española
Si bien es cierto que la pandemia de gripe de 1918 conocida como “gripe española” fue notificada por vez primera el 4 de marzo de 1918 en la población de Fort Riley en Kansas, un campamento militar.Sin embargo, investigadores como el epidemiólogo Santiago Mata (2017) recogen informes y publicaciones donde se afirma que ya se habían detectado brotes muy virulentos de la gripe meses antes y no en Kansas, sino en casi todos, por no decir todos, los campamentos militares estadounidenses habilitados para el envío de soldados a Europa.
Al parecer en Estados Unidos la gripe causada por el virus influenza A del subtipo H1N1 había incrementado en los años previos su tasa de mortalidad, pasando del 0,056% de años previos, al 2,6% de 1916. Estudios recientes han intentado identificar la secuencia del patógeno y descubrir de que animal pasó a los humanos. En esa época se creyó que la enfermedad estaba causada por una bacteria.
Esta enfermedad letal infectó a 500 millones de personas, lo que representaba un tercio de la población mundial en ese momento; se produjeron cuatro oleadas sucesivas, estimándose que la cifra de muertos fue entre 17 y 50 millones de personas, lo que la convierte en una de las pandemias más letales en la historia humana.
A diferencia de otras gripes, la gripe española se cobró muchas víctimas entre gente joven. La explicación científica ofrecida es que ese virus era particularmente mortal porque desencadenaba una “tormenta de citoquinas” (¿nos suena?) debido al sistema inmunológico más fuerte de los adultos jóvenes. Sin embargo, otros análisis han hallado que la infección viral en si misma no era más agresiva que las cepas de virus influenza anteriores. Pero la desnutrición, el hacinamiento, la falta de higiene, los hospitales superpoblados por la guerra promovieron la sobreinfección bacteriana.
Desde febrero de 1918 hasta abril de 1920, infectó a 500 millones de personas, aproximadamente un tercio de la población mundial en ese momento, en cuatro oleadas sucesivas. Se estima que la cifra de muertos fue de entre 17 y 50 millones, lo que la convierte en una de las pandemias más mortales en la historia de la humanidad
Los periódicos españoles fueron los primeros en notificar sobre una enfermedad que estaba matando a la población. En el resto de Europa, y a ambos lados de las líneas aliadas se censuró dicha información para no desmoralizar a las tropas ni mostrar debilidad ante el enemigo… por lo que sólo era noticia en los países neutrales, entre ellos España. En un primer momento, los medios españoles también intentaron denominarla con un nombre extranjero, y se bautizó como “el soldado de Nápoles” por la pegadiza canción de ese nombre de la zarzuela “La Canción del Olvido”, de moda en Madrid en 1918. Vano intento, el corresponsal de The Times en Madrid acuñó el término “Gripe española” y bajo este epíteto se conocería a partir de entonces.
La encefalitis letárgica
Como decía más arriba, a partir de 1916 se empiezan a describir casos de una enfermedad neurológica que se conocería como encefalitis letárgica.
Aunque las causas de la encefalitis letárgica son inciertas, se ha propuesto la asociación con enfermedades infeccionas previas, virales o bacterianas, y desde luego se ha considerado la asociación con la epidemia de gripe, a pesar de que supuestamente los casos de encefalitis se iniciaron un poco antes. Sin embargo, también es posible que la detección de la gripe fuera más tardía debido a los avatares bélicos, y qué la gran cantidad de tropas por todo el continente propagaran la infección y consecuentemente la encefalitis.
Constantin von Economo (1876-1931) psiquiatra y neurólogo austríaco, apreció en el invierno de 1916 como llegaban a su clínica de Viena casos extraños y similares. La enfermedad cursaba con una fase inicial de fiebre no muy alta, faringitis, cefalea, vértigo y malestar general, o sea un cuatro típico gripal. La coincidencia temporal apuntaba a una gripe, aunque el caso 0 de la gripe española no se describió hasta la primavera del siguiente año.
¿Sería posible que como hemos visto en la actual pandemia de coronavirus los primeros casos de la enfermedad pasaran desapercibidos o fueran tomados por otra patología? Pues es posible, ya que investigaciones recientes muestran a soldados franceses e ingleses que enfermaban de gripe ya a finales de 1915. El segundo en identificar la encefalitis letárgica fue un médico militar francés, René Cruchet, solo poco después de Von Economo. Como era de esperar, los movimientos de tropas durante la Gran Guerra facilitaron la propagación de esta nueva enfermedad, como ocurrió con la gripe.
El neurólogo alemán Felix Stern, examinó a cientos de pacientes con esta enfermedad en la década de 1920. Sus observaciones nos señalan que la encefalitis evolucionaba en fases.La enfermedad descrita por Stern se caracterizaba por fiebre alta, dolor de garganta, dolor de cabeza, letargo, visión doble, retraso en la respuesta física y mental, inversión del sueño y catatonia. En casos severos los pacientes podían entrar en estado de coma o de mutismo acinético; también experimentaban movimientos oculares anormales llamadas crisis oculogiricas, así como un cuadro extrapiramidal similar a la enfermedad de Parkinson, debilidad en la parte superior del cuerpo, dolores musculares, temblor, rigidez y cambios comportamentales, incluida la psicosis.
La pandemia de encefalitis letárgica afectó a casi cinco millones de personas, y su forma más virulenta se desarrolló entre el otoño de 1918 y enero de 1919. Desapareció a principios de 1927 y su fin fue tan abrupto y misterioso como su aparición. Aunque no se puede establecer una clara conexión causa efecto, es posible que el virus de la influenza potenciara los efectos de la encefalitis (que ahora se atribuye a otro tipo de virus, un enterovirus) o redujera la resistencia de los afectados de manera catastrófica.
Muchos de los pacientes supervivientes de la encefalitis letárgica de 1916-1927 parecieron recuperarse por completo y regresar a sus vidas normales. No obstante, la mayoría de estos supervivientes desarrollaron más tarde trastornos neurológicos o psiquiátricos, en ocasiones después de años o décadas de buena salud. Los síndromes postescefalíticos variaban y podían ser rápidamente progresivos o bien más insidiosos en conducir a una discapacidad o la muerte. El más común era un cuadro de parkinsonismo.
Despertares
En 1990, se estrenó la película Despertares, dirigida por Penny Marshall, y basada en el libro de no-ficción que escribió el neurólogo Oliver Sacks en 1973.
En esta obra, Sacks relataba las historias de vida de varios pacientes que habían sido víctimas de la epidemia de encefalitis letárgica de los años veinte y narra también sus trabajos en el Hospital Beth Abraham en el Bronx de Nueva York para tratar a dichas personas con el que entonces era un nuevo medicamento para la enfermedad de Parkinson, la L-Dopa.
En la película el papel del Dr. Sayer (alter ego de Oliver Sacks) lo interpretó el malogrado Robin Williams, siendo Robert de Niro quien dio vida a Leonard, el primer paciente de Sacks tratado con L-Dopa.
Lamentablemente la espectacular mejoría de los pacientes que fueron tratados con esta medicación duraba poco… no obstante no me resisto a la reflexión final del Dr. Sayer/Sacks, válida para todas las enfermedades y no solo las psíquicas o del sistema nervioso central.