La sugestiva palabra “paranoia” por su naturaleza enigmática despierta el interés de muchas personas que utilizan el término como un componente más de su vocabulario, aplicándolo de forma laxa, a situaciones de la vida diaria.

Sin embargo, el término paranoia se refiere a una situación clínica muy concreta, aunque el diagnóstico ha sido sustituido por el de “Trastorno Delirante”.

La palabra en sí, paranoia, deriva del griego antiguo, compuesta por el prefijo para- que puede traducirse como “fuera” o “al margen de” y el término nous sinónimo de mente o conocimiento.

Este término, con el significado de locura, turbación de la razón o trastorno del juicio, fue usado por muchos autores clásicos, como los dramaturgos griegos Esquilo y Eurípides y los filósofos Platón y Aristóteles. Hipócrates, el padre de la medicina ya se refería a paranoia en términos similares a delirio.

En el siglo XVIII se retoma el término en idioma alemán, y es un autor llamado Vogel quien lo utiliza en 1722, pero la significación del mismo la van depurando diferentes autores como Heinroth y especialmente Kahlbaum que lo ubica en la nosografía, y a lo largo del siglo XIX comienza a funcionar como significante de un cuadro clínico en el que existía un trastorno del pensamiento pero con las siguientes características:

  • Ausencia de fenómenos psicosensoriales
  • Evolución al margen de la demencia
  • Persistencia de la integridad intelectual
  • Funcionamiento parcial de la crítica
  • Posibilidad de contarse como historia

Finalmente fue Kraepelin en 1899 quien le da el significado que –aún con el cambio de nombre- utilizamos en la actualidad.

TRASTORNO DELIRANTE

Descripción:

El trastorno delirante es un cuadro clínico de tipo psicótico en la que el paciente presenta delirios (esto es trastorno del pensamiento en cuanto a convicciones que no se atienen a la realidad) pero no están acompañadas de alucinaciones prominentes, ni alteración en el curso del lenguaje y escasas alteraciones del afecto (es decir, no se produce en el contexto de un cuadro depresivo ni en el de un trastorno bipolar).

Las ideas delirantes pueden ser más o menos extravagantes (por calco semántico con el inglés y el francés en muchas ocasiones se denominan “bizarros” a los delirios extravagantes… pero esta acepción no se acepta en español (link RAE).

Los delirios no extravagantes son creencias falsas fijas que involucran situaciones que pueden ser posibles en la vida real, como ser perjudicado por alguien o que tu pareja te engañe.

En cambio los delirios extravagantes entrarían en la categoría de lo implausible, como por ejemplo que a alguien le han extraído órganos internos para su venta, sin que haya quedado ninguna cicatriz.

Sin embargo, a diferencia de otros trastornos psicóticos, en el trastorno delirante la persona que lo sufre puede seguir llevando una vida más o menos normal, relacionándose con los demás y su comportamiento en líneas generales puede no ser extraño. Cuando la creencia le lleva a un estado de gran angustia o temor sí que puede verse afectada la conducta.

paranoia delirio de grandeza

Dentro de los trastornos delirantes según el contenido del delirio se especifica de qué tipo puede ser:

  • Tipo erotomaníaco: Se aplica cuando el tema central del delirio es la convicción de que otra persona está enamorada del individuo.
  • Tipo de grandeza: En este caso el tema central del delirio se refiere a la certeza de poseer cierto talento o conocimientos (que en realidad no los posee) o de haber realizado algún descubrimiento importante. Dentro de este también se situaría el delirio de reivindicación que se establece a varios niveles: puede versar sobre la ley, con una constante querulancia que coloca al que lo sufre en constantes juicios y procesos (del paciente contra otros, claro está).
  • Tipo celotípico: Este subtipo se aplica cuando el tema central del delirio del paciente es que su pareja le es infiel.
  • Tipo persecutorio: Este subtipo se refiere cuando el/la paciente que lo sufre tiene la creencia de que están conspirando en su contra, de que le engañan, le espían, le siguen, le envenenan, le difaman o le acosan o bien que le impiden que consiga sus objetivos.
  • Tipo somático: Se aplica cuando el tema central del delirio implica funciones o sensaciones corporales.
  • Tipo mixto: Cuando se producen varios de estos contenidos.
  • Tipo no especificado: Se utiliza esta categoría cuando no se puede determinar con claridad cual es el delirio dominante o no está descrito en los tipos anteriores.

Epidemiología:

En la práctica clínica los trastornos delirantes son poco frecuentes, si bien es cierto que puede existir un subestimación dado que para aquellas personas que lo padecen sus creencias son totalmente ciertas y por tanto, evitan la evaluación psiquiátrica.

Se considera una prevalencia del 0,2 o 0,3%, representando el 1% de los ingresos en centros de salud mental. Este trastorno aparece en la edad mediana de la vida adulta, no suele producirse antes de los 35 o 40 años. Es mas común entre las mujeres que los hombres y las poblaciones migrantes parecen estar en un mayor nivel de riesgo.

Causa, desarrollo y curso:

Aunque los rasgos del trastorno paranoide de la personalidad  no siempre conducen al delirio, en cambio sí que es frecuente que la paranoia (es decir el trastorno delirante) asienten sobre este tipo de personalidad.

Habitualmente el inicio del trastorno delirante es progresivo e insidioso, en el sentido que Jaspers denominaba desarrollo. Se trata de un delirio basado en la interpretación de indicios o detalles, donde la convicción desborda la realidad y todo se reviste de significaciones que irán incluyéndose progresivamente en el delirio. Sus percepciones en cuanto a estímulos exteriores son correctas, pero la representación va marcada por la interpretación delirante. En otras palabras, la objetividad de lo percibido se trastorno por la subjetividad de lo registrado.

Por regla general, las personas con trastorno delirante suelen ser individuos desconfiados, cuya sensibilidad les va generando dudas e incertidumbres que resolverán organizando estas deducciones erróneas. Repito, la instauración es pues lenta y solapada, y puede haber una alternancia entre períodos de mayor intensidad delirante y etapas más sosegadas.

También los factores genéticos y bioquímicos (y no solo los rasgos de personalidad) así como los factores ambientales pueden jugar un importante papel en el desarrollo del cuadro. Actualmente se piensa que el trastorno delirante está en el mismo espectro o dimensión que otro tipo de psicosis como la esquizofrenia (según los criterios del DSM-5) aunque estos pacientes tienen menos sintomatología global y menor discapacidad funcional.

Diagnóstico y tratamiento:

Ante todo, y para realizar un diagnóstico correcto de este cuadro clínico debe tenerse en cuenta el entorno cultural y religioso de la persona, para evaluar la presencia de un auténtico trastorno delirante. El contenido de los delirios también variarán a través de diferentes contextos culturales.

Los abordajes de psicoterapia no resultan especialmente eficaces, ya que estos pacientes, suspicaces en general, suelen ser hábiles polemistas y son difíciles de convencer por la palabra. En cualquier caso, el psicoterapeuta debe ser hábil y empático para intentar no entrar en una confrontación hostil con el paciente. Por otra parte, es preciso llegar a un nivel de compromiso para que el paciente reciba el tratamiento farmacológico.

Habitualmente el tratamiento de elección, cuando el paciente acude a consulta psiquiátrica, son los fármacos antipsicóticos, aunque es posible que si presentan alguna alteración del estado anímico o ansiedad se necesiten otros tratamientos coadyuantes. Con estos, puede producirse la desaparición de los “indicios” que le llevan a las ideas delirantes, pero no se obtendrá una crítica en tiempo pasado… difícilmente se llega a la conciencia completa de enfermedad (en la mayoría de los casos).

El trastorno delirante más universal: Don Quijote

paranoia don quijote

Don Quijote, es decir, el caballero Alonso Quijano, sufría un trastorno delirante de grandeza y también de tipo erotomaníaco (creyendo que Aldonza Lorenzo, para él Dulcinea, estaba enamorada de él). 

Cervantes escribe su obra maestra El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha en un momento histórico que deja atrás un siglo de grandes cambios sociales y culturales.

La visión nueva surgida en el Renacimiento sitúa al hombre en el centro de su atención e inaugura el pensamiento científico moderno, enfatizando la observación de la realidad como medio esencial para el avance del conocimiento. Esta es la actitud que impregna a Cervantes a la hora de reflejar en su novela un universo de personajes y situaciones de hondo realismo.

El retrato de la locura en su personaje principal, Don Quijote, obedece a la misma agudeza descriptiva que despliega el autor en toda la obra y sitúa a Cervantes como uno de los más astutos observadores de la sociedad humana, normal o enferma de su época.