El trastorno depresivo (o depresión) es un trastorno mental común y frecuente.  Implica un estado de ánimo deprimido o la pérdida del placer o el interés por actividades durante largos períodos de tiempo. La depresión es distinta de los cambios habituales del estado de ánimo y los sentimientos sobre el día a día. Además, hay distintas no conforma un único cuadro clínico, sino que podemos referirnos a estados depresivos ante diferentes tipos de trastornos, algunos de ellos más influidos por la fisiología del sujeto afectado y en otros casos, reactivos a circunstancias personales, como desencadenantes ambientales, características de personalidad o la afectación el estrés. 

En cuanto a la prevención en la depresión podemos hablar de tres niveles:

  • La prevención primaria, encaminada a evitar la aparición de nuevos casos.
  • La prevención secundaria, dirigida a realizar un diagnóstico precoz y consecuentemente un tratamiento temprano
  • La prevención terciaria sobre los pacientes para evitar recaídas y complicaciones como la cronicidad y el suicidio.

Prevención primaria

Es decir, evitar que se produzcan nuevos casos, para ello debemos tener en cuenta:

  1. Los aspectos biológicos.  Hoy en día no se puede prevenir un déficit genético ni un desajuste bioquímico cerebral. No obstante hay que confiar en la investigación centrada sobre todo en las moléculas (neurotransmisores, proteínas, hormonas) que están alterados en los pacientes que sufren depresión, y como no, en la investigación genética que pueda dilucidar que grupos de genes están involucrados en la vulnerabilidad de este trastorno.
     
  2. Los aspectos psicosociales. En este sentido podemos hablar de una intervención a nivel personal y otra a un nivel social. Empezaré por la  primera, es decir, la intervención a nivel personal. 
    1. Hábitos saludables que disminuyen el riesgo de depresión, según estudios recientes:
      • Realizar una dieta equilibrada y sana.
      • Actividad física regular.
      • Evitar el consumo del tabaco.
      • Limitar el consumo de alcohol. 
      • Mantener una buena interacción social. 
      • Tener un ritmo de sueño adecuado. 
      • Evitar al mínimo el estilo de vida sedentario.
    2. Asimismo y desde la óptica del trabajo personal, deberíamos plantearnos periódicamente nuestros objetivos, para tener expectativas realistas así como evaluar nuestro estilo de vida y el papel que jugamos en nuestro entorno (o dicho de otra forma, la gran importancia que tiene el hecho de sentirse útiles).
    3. Intervención a nivel psicosocial: Las actuaciones deben dirigirse, por una parte, a que nuestros niños y jóvenes mejoren la autoestima y las estrategias de afrontamiento ante la adversidad (utópica labor a realizar en el seno de la familia y de la escuela); por otra parte, competería a las políticas laborales, sanitarias y sociales para disminuir globalmente los factores de estrés psicosocial (objetivos más utópicos todavía).

Prevención secundaria:

Me interesa hacer hincapié en el diagnóstico precoz. Para ello es importante el reconocimiento de los síntomas por parte del paciente y de su entorno, evitando el miedo al estigma de la enfermedad mental o la preocupación por los efectos secundarios de la medicación. Asimismo el hecho de que existan circunstancias adversas haciéndola “comprensible” suele retrasar la búsqueda de ayuda.

También es determinante el papel de la Atención Primaria para realizar dicha prevención. Casi el 10% de los pacientes vistos por médicos de familia tienen síntomas depresivos y en muchas ocasiones no reciben este diagnóstico.

 

Prevención terciaria:

Consistiría en intentar evitar los empeoramientos en forma de:

  •  Recurrencia (cuando hay un período de más de 6 meses sin síntomas después de un tratamiento y aparece un nuevo episodio depresivo).
  • Recidiva (cuando se produce la reanudación de los síntomas sin haber finalizado el tratamiento, esto es durante un período menor a 6 meses libres de síntomas).

Para ello, existen unas pautas de mantenimiento de los tratamientos farmacológicos, en función del número de fases depresivas que haya sufrido el paciente.

Por otra parte, las características del cuadro orientan al profesional para realizar una vigilancia de las complicaciones, como la cronicidad que puede producirse en un tercio de los casos. Hay que tener en cuenta que un correcto tratamiento reduce el riesgo de cronicidad a un 10%.