Hoy, día 23 de abril, es la fiesta de las rosas y los libros en mi ciudad y en toda Catalunya. Que mejor día para recordar a Gabriel García Márquez, que nos dejó, como de rondón el pasado 17 de abril.
“Después de la guerra, cuando vinimos a Macondo y apreciamos la calidad de su suelo, sabíamos que la hojarasca había de venir alguna vez, pero no contábamos con su ímpetu. Así que cuando sentimos llegar la avalancha lo único que pudimos hacer fue poner el plato con el tenedor y el cuchillo detrás de la puerta y sentarnos pacientemente a esperar que nos conocieran los recién llegados. Entonces pitó el tren por primera vez. La hojarasca volteó y salió a recibirlo y con la vuelta perdió el impulso, pero logró unidad y solidez; y sufrió el natural proceso de fermentación y se incorporó a los gérmenes de la tierra.»

(La hojarasca) Gabriel García Márquez, 1955

Parece que estaba enfermito desde hace bastante tiempo y en cualquier momento sucedería, sufría un cáncer linfático. Era la crónica de una muerte anunciada.

Entre otras cosas, porque desde hace años he recibido y leído “testamentos” literarios que corrían por internet. Algunos acompañados de presentaciones de power point. Y aunque los textos eran “bonitos y bienintencionados” no sé si provenían de su pluma.

El gran Gabo, mejor dicho D. Gabriel

Cuando ya media humanidad en la red había leído estas “últimas palabras”, García Márquez publicó en 2002 el libro de memorias “Vivir para contarla” el primero (y único) de los tres volúmenes de memorias que el autor había anunciado:

“Empieza con la vida de mis abuelos maternos y los amores de mi padre y mi madre a principios de siglo, y termina en 1955 cuando publiqué mi primer libro, La hojarasca, hasta viajar a Europa como corresponsal del diario El Espectador”.

En el tintero se le han quedado los volúmenes segundo y tercero, en el segundo quería llegar hasta la publicación de “Cien años de soledad” su obra cumbre. Y el tercero iba a tratar de las relaciones del autor con presidentes de distintos países. (Entre las noticias relativas a sus funerales he leído que es posible que sus herederos publiquen parte de este material inédito).  

Y en 2004 García Márquez nos regaló una gran historia de amor “Historias de mis putas tristes”, a pesar de su provocativo y políticamente incorrecto título.  

En 1982 le fue concedido el Premio Nobel de Literatura que recibió “de manos de un rey profesional” (*). Es uno de los seis latinoamericanos que han recibido dicho galardón (**). Los que tenemos cierta edad recordaremos  la imagen de García Márquez vestido con el liquiliqui inmaculado, el traje de gala de los llanos de Colombia y Venezuela, que utilizaban los coroneles en época de su abuelo.


El rey sueco Carlos Gustavo entrega el galardón del Nobel a Gabriel García Márquez (1982)

Gabriel García Márquez (Gabo) ha vivido ochenta y siete años, y como empezó a escribir a los diecisiete, ha escrito durante casi setenta. Ha publicado historias fundamentales de lo que se dio en llamar “realismo mágico”, que recrean el reciente pasado real e imaginario de su tierra. En todos sus trabajos explora la soledad de la persona y de la especie humana, y retrato a su vez de la soledad del amor.  Historias fundamentales para los lectores de una generación, la mía.

Otro tema central en la obra de García Márquez es la invención de la aldea que el llama Macondo. Utilizando como referencia su ciudad natal de Aracataca en el departamento colombiano de Magdalena, crea esta ciudad imaginaria, pero como el autor decía:

“Macondo no es tanto un lugar como un estado de ánimo”.

Ya en su primera obra, “La hojarasca” García Márquez describe la realidad del “auge del banano” en este Macondo, que incluye un período aparente de “gran riqueza” durante la presencia de empresas fruteras de Estados Unidos, y la depresión posterior con la salida de las mismas de la ciudad.

Cultivo de palma para aceite en Aracataca



Iglesia de San José de Aracataca, con la arquitectura típica de la zona


En su obra maestra “Cien años de soledad” se narra la historia completa de esta ciudad ficticia desde su fundación por parte de José Arcadio Buendía hasta su destrucción por un ciclón, que también acaba con la vida del  último miembro de la familia.

En su autobiografía, Gabo explica su fascinación por la palabra cuando describe un viaje que hizo con su madre de vuelta a Aracataca:

El tren se detuvo en una estación que no tenía ciudad, y un rato más tarde pasó la única plantación de banano a lo largo de la ruta que tenía su nombre escrito en la puerta: Macondo. Esta palabra ha atraído mi atención desde los primeros viajes que había hecho con mi abuelo, pero sólo he descubierto como un adulto que me gustaba su resonancia poética. Nunca he oído decir, y ni siquiera me pregunto lo que significa… me ocurrió al leer en una enciclopedia que se trata de un árbol tropical parecido a la ceiba»

Descanse en paz en el cielo húmedo y añil de Macondo.

(*)  García Márquez me permitirá utilizar versos de otro nobel hispanohablante, Pablo Neruda, refiriéndose al rey Gustavo Adolfo de Suecia, padre del actual rey 
Carlos Gustavo, que a su vez entregó el “nobel” a García Márquez.

Fue por aquellos días que un poeta
provinciano, salido de Parral,
en Estocolmo recibió un cometa,
de las manos de un rey profesional.

Pablo Neruda, “Alabanza de la revolución chilena” (1973)

El poeta Pablo Neruda, recibiendo el galardón del Nobel de manos del rey Gustavo Adolfo de Suecia

(**) Son seis los latinoamericanos que han recibido el cometa del Premio Nobel de Literatura:
·               Gabriela Mistral (1945)
·               Miguel Angel Asturias (1967)
·               Pablo Neruda (1971)
·               Gabriel García Márquez (1982)
·               Octavio Paz (1990)
·               Mario Vargas Llosa (2010)

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