Un nuevo 23 de abril. El del pasado año marcado por la pandemia y desgraciadamente supongo que el de este año también lo estará. Lo que es la vida, las aglomeraciones que últimamente me resultaban antipáticas en este singular día de mi ciudad… las añoraré, como las añoré el pasado año y el rojo de las rosas (que no huelen) y el aroma a papel impreso y encuadernado (que si huele). Añoranza y esperanza para el año próximo.
Muchas veces los pacientes me preguntan por un buen libro de autoayuda. Algunos me han escuchado ya la respuesta:
“Anna Karénina o cualquier buena novela»
Para mí, Anna Karénina lo contiene todo. Es una obra cumbre del realismo, y aunque contiene una dolorosa historia de amor, en absoluto se trata de un romance de alta sociedad. Tolstoi escribe y describe de forma mágica la pasión y aprovecha para realizar una gran crítica contra la aristocracia rusa de la época, que muestra una hipocresía general, no solo hacia los otros sino también hacia los suyos.
Además, el devaneo mental del personaje de Lyovin para hallar la felicidad, reflejo de la vida del autor en lo que a valores se refiere desde la edad joven hasta la madurez, su encuentro con la fe religiosa, con la filosofía, con la ciencia, con el amor y su necesidad de orientar su vida hacia la bondad y la simplicidad de la existencia.
En cuanto a obras mas cercanas y recientes, acabo de concluir Tomas Nevinson de Marías que quien me conoce sabe que es uno de mis favoritos en nuestra lengua. Aunque si tuviera que recomendar para un solo libro de este autor sería Corazón tan blanco, con su inicio tan contundente y citado:
«No he querido saber, pero he sabido que una de las niñas, cuando ya no era niña y no hacía mucho que había regresado de su viaje de bodas, entró en el cuarto de baño, se puso frente al espejo, se abrió la blusa, se quitó el sostén y se buscó el corazón con la punta de la pistola…»
En otro tono, me encanta Camilleri, de lectura entretenida. Tanto las novelas que protagoniza el comisario Montalbano (en homenaje y memoria de Vázquez Montalbán, otro gran autor nuestro) que tratan de crímenes y delitos (claro está) pero sin la truculencia de nuevos autores muy vendidos. Andrea Camilleri tiene una serie de novelas cortas todas ellas situadas en la maravillosa Sicilia, en esta u otra época, de las que me acuerdo “La revolución de la luna”.
Añadiré un género que me entretuvo y mucho en mi juventud: la ciencia ficción. Hablo de la ciencia ficción de los 50 y 60 del siglo pasado, donde el futuro y sus premisas servían para poner de manifiesto las paradojas de la época. Destacaría dos autores, Ray Bradbury, medio sociólogo en Farenheit 451 y medio poeta en Crónicas marcianas (que no es un programa de TV). Y por supuesto Isaac Asimov, con su Trilogía de la Fundación y sus historias de robots (antes que algún guion cinematográfico los adulterara).
Y para que no falten mujeres, dos escritoras: Irène Nemirovsky (cualquiera de sus novelas, especialmente Suite Francesa, por su historia y su intra-historia):
y Marguerite Yourcenar, con sus Memorias de Adriano, dando voz al mundo antiguo:
«Pequeña alma mía, tierna, flotante, huésped y compañera de mi cuerpo
¿Dónde morarás ahora
pálida, rígida, desnuda
incapaz de jugar como antes…?»