La herencia genética consiste en la transmisión a la descendencia de los caracteres de los ascendentes. El conjunto de todos los caracteres transmisibles, que vienen fijados en los genes, recibe el nombre de genotipo y su manifestación exterior que se refleja en el aspecto del individuo se llama fenotipo.
Sin embargo, no quería hablar exclusivamente de la transmisión genética, de hecho me sirve solo de excusa para contar algo que vi ayer por la mañana:
Sábado ocioso, desayunando en una cafetería, observo distraídamente a las personas que están a mi alrededor, pero llaman mi atención dos situaciones casi simétricas. Un padre joven le pregunta a su saltarina niña (debe tener unos cuatro o cinco años) qué prefiere tomar una ensaimada o un croissant, a la vez que le advierte suavemente acariciándole la cabeza que no de muchos brincos, porque puede molestar a otras personas… En ese momento pasan por su lado otra pareja de padre e hija que salen del establecimiento, la hija ya no tiene que cumplir los cincuenta, va erguida y camina un paso por delante de su acompañante, un señor muy mayor al que lleva de la mano. El hombre, que se ayuda de un bastón, se desplaza muy lentamente y la sigue a cortos pasitos pero con una gran sonrisa mientras su hija en avanzadilla le señala el camino más sencillo para salir a la calle.
Esta simple escena me ha hecho pensar cómo la vida se encadena en eslabones. Cómo los padres (y por supuesto las madres, que utilizo el plural masculino en general porque me parece muy pesado ir señalando los géneros y además en castellano «todavía» no es precisa esa duplicación) transmiten conocimiento, conciencia y comportamiento a su hijos (y claro está a sus hijas, vale la aclaración anterior).
Y a hilo de esto me voy a permitir recomendar dos libros, escritos por otros tantos autores que los han dedicado a sus hijos (en este caso todos varones, qué se le va a hacer…):
- Ética para Amador (1991) de Fernando Savater
Se trata de un ensayo escrito por el escritor y filósofo español Fernando Savater. Consta de nueve capítulos y trata sobre la ética, la moral y la filosofía de la vida a través de la historia. Escrito en un lenguaje sencillo y dirigido al público general, en especial a los jóvenes. Sin permiso del autor, pero como homenaje transcribo un párrafo acerca de la libertad:
“No somos libres de elegir lo que nos pasa (haber nacido tal día, de tales padres y en tal país, padecer un cáncer o ser atropellados por un coche, ser guapos o feos, que los aqueos se empeñen en conquistar nuestra ciudad, etc.), sino libres para responder a lo que nos pasa de tal o cual modo (obedecer o rebelarnos, ser prudentes o temerarios, vengativos o resignados, vestirnos a la moda o disfrazarnos de oso de las cavernas, defender Troya o huir, etc.)
Ser libres para intentar algo no tiene nada que ver con lograrlo indefectiblemente. No es lo mismo la libertad (que consiste en elegir dentro de lo posible) que la omnipotencia (que sería conseguir siempre lo que uno quiere, aunque pareciese imposible). Por ello, cuanta más capacidad de acción tengamos, mejores resultados podremos obtener de nuestra libertad. Soy libre de querer subir al monte Everest, pero dado mi lamentable estado físico y mi nula preparación en alpinismo es prácticamente imposible que consiguiera mi objetivo. En cambio soy libre de leer o no leer, pero como aprendí a leer de pequeñito la cosa no me resulta demasiado difícil si decido hacerlo. Hay cosas que dependen de mi voluntad (y eso es ser libre) pero no todo depende de mi voluntad (entonces sería omnipotente), porque en el mundo hay otras muchas voluntades y otras muchas necesidades que no controlo a mi gusto. Si no me conozco ni a mí mismo ni al mundo en que vivo, mi libertad se estrellará una y otra vez contra lo necesario. Pero, cosa importante, no por ello dejaré de ser libre… aunque me escueza”
En el último párrafo me parece que Savater desmonta con demoledora sencillez la falsa idea derivada de un cándido pensamiento positivo de “si quieres, puedes”.
- El arqueólogo y el futuro (2018) Eudald Carbonell
En este librito, que acabo de leer, del arqueólogo y pensador Carbonell, uno de los directores del Proyecto Atapuerca, a sus sesenta años explica a su único hijo de dos añitos, de extraño nombre: Olopte, cuáles cosas son las que le importan, sus valores, su visión de la ciencia y de la sociedad. Escrito también en lenguaje sencillo, aunque con algún cultismo epistemológico (*) trasmite su pensamiento a su criatura (y a nosotros, lectores).
“Estudiar es prepararse para asumir un papel social pero, sobre todo, es prepararse para convertirte en persona. Por esta razón, en el mundo que ha evolucionado la educación es obligatoria hasta los dieciséis años. Lo cual me parece una decisión social genial. Para prepararte para ser persona se necesita toda la vida y el estudio debe ayudarnos”
Y sobre la vocación, consejo práctico especialmente para aquellos jóvenes que “están buscándose a si mismos”…
“Hasta que no seas competente, deberás ser capaz de prepararte. No te creas que la competencia se adquiere por ciencia infusa, sino que proviene del esfuerzo y de la inteligencia operativa. Surge si tienes vocación por lo que haces, o bien si conviertes algo empírico, que en principio no te interesa, en algo interesante. Los humanos debemos transformarnos en actores de nuestros sueños, y si no los tienes de manera natural puedes crearlos de manera artificial”.
Y para que no falte una obra escrita por una mujer, aunque sea una novela y por tanto ficción, también la recomiendo:
- “Memorias de Adriano” (1951) de Marguerite Yourcenar
Esta es una novela epistolar, supuestamente escrita por el emperador romano Adriano a su hijo adoptivo y sucesor Marco Aurelio. En ella, a través de la voz imperial, Yourcenar nos habla del tiempo y la historia de este personaje claro, pero también reflexiona sobre el amor, la amistad, la poesía, la música, el arte, la paz y la pasión, así como el dolor causado por la muerte de su amado, todo ello teñido por la melancolía del mundo antiguo.
En definitiva, el ser humano desea trascender y transmitir. Pensamiento, valores, conocimiento, experiencias y emociones, y que mayor privilegio que observar cómo otros miembros de nuestra especie se conviertan en personas.
¡Ay! casi me olvido de la genética, en una entrada futura prometo hablar de la Eva mitocondrial.
(Dedicada a Albert, él ya sabe por qué)