Dentro de los llamados trastornos de personalidad, la personalidad narcisista destaca por su tendencia a la grandiosidad, a la autoimportancia y a la necesidad imperiosa de la valoración de los otros.
Se acepta que la personalidad es un concepto que resume la idiosincrasia funcional de cada individuo. La noción de personalidad también se justifica por la necesidad de explicar comportamientos contrarios a la lógica o a las leyes del refuerzo, y por ello la clínica psiquiátrica habla de trastornos de personalidad al margen de las teorías psicológicas. Para el clínico, esto no es difícil porque es idéntico al mecanismo de realizar un diagnóstico médico, que no deja de ser una construcción hipotética para describir convencionalmente la enfermedad.
Los trastornos de personalidad se clasifican y agrupan en función de un rasgo dominante. En el denominado grupo B se incluyen los sujetos caracterizados por su labilidad afectiva y por una peculiar emotividad que va acompañada de conductas descontroladas y socialmente inconvenientes; y entre ellos, el trastorno narcisista.
Trastorno narcisista de la personalidad
Se encuentra en la línea de los trastornos que implican alteraciones en los procesos de socialización. Se trata de personas carentes de empatía, con escasa o nula capacidad para la generosidad y la interacción con los que les rodean y que tienden a la exploración interpersonal. Se consideran individuos merecedores de un trato privilegiado, y con facilidad se embarcan en fantasías de éxito, de prestigio. La necesidad de admiración y la exhibición de la misma son constante y el motor de sus vidas.
Asimismo, se comportan de forma envidiosa y descalificadora con otras personas que han conseguido una buena reputación o prestigio social. Por ello, parecen vivir a través de la fábula, sin aceptar las reglas de la realidad, ni los propios defectos o limitaciones… No les falta ni un ápice de la tan cacareada autoestima, aunque claro, dicho autoconcepto está sobredimensionado por la evaluación grandiosa de ellos mismos.
Con esta pincelada, no es de extrañar que el sujeto narcisista tiranice a las personas de su entorno, familiares y especialmente a la pareja, a estas personas cercanas son las que considera –con toda facilidad- responsables de sus frustraciones o sus fracasos. Por el contrario, la aprobación que el sujeto con trastorno narcisista hace de otras personas se produce cuando éstas giran alrededor de su órbita y les refuerzan positivamente a base de halagos… sería la caricatura de la corte versallesca de Luis XIV.
Con el halago, se ratifica su autoestima (ya de por sí bien alimentada) y sus aires de grandeza. Lamentablemente, es bastante frecuente que algunos familiares, amigos o conocidos de las personas narcisistas cumplan con este rol de “admiradores” o “aduladores” incondicionales, ya que les puede sorprender y admirar el halo de confianza que desprende el narcisista.
Esta situación se multiplica si la persona narcisista tiene éxito en la esfera profesional (por algún mérito o por su capacidad de escalada) o tiene dinero o ejerce algún tipo de poder como en un cargo público (seguro que nos viene a la cabeza a algún político, como el actual inquilino de la Casa Blanca, cuyo “diagnóstico” ha suscitado ríos de tinta real y digital).
De cualquier manera hay muchas modalidades de personalidad narcisista, y en ocasiones aparecen asociados a elementos histriónicos (por la exageración), antisociales (por la falta de empatía) y límite (por todo lo demás), cabe pensar en una fuerte determinación genética que, al igual que en la personalidad antisocial, también se manifiesta precozmente a través de dificultades en los aprendizajes escolares y en los procesos de socialización.
Las personas con trastorno narcisista si acude a la consulta médica lo hace a causa de estas dificultades, o bien por la presencia de algún episodio de tristeza, cuando las cosas se desmoronan a su alrededor (aunque la línea de pensamiento suele ser del tipo “el mundo contra mí”).
Criterios para el diagnóstico:
Patrón dominante de grandeza (en la fantasía o en el comportamiento), necesidad de admiración y falta de empatía, que se inicia en las primeras etapas de la vida adulta, y se manifiesta por cinco (o más) de los siguientes hechos:
- Sentimientos de grandeza y prepotencia (exagerando sus logros y talentos, espera ser reconocido como superior sin contar con las capacidades necesarias o los correspondientes éxitos).
- Estar absorto en fantasías de éxito, poder, belleza o amor.
- Creer que es “especial” y único y que solo pueden comprenderle o solo puede relacionarse con otras personas especiales o de elevado estatus.
- Necesidad excesiva de admiración.
- Muestra un sentimiento de privilegio (es decir, expectativas no razonables de tratamiento especialmente favorable).
- Explota las relaciones interpersonales (se aprovecha de los demás para sus propios fines).
- Carece de empatía: no está dispuesto a reconocer o a identificarse con los sentimientos y necesidades de los demás.
- Con frecuencia envidia a los demás o cree que éstos sienten envidia de él.
- Muestra comportamientos o actitudes arrogantes.
Un consejo, si reconocen en estos rasgos a su pareja o algún amigo… cuidado.
La historia de Narciso y Eco
Según la mitología helénica el joven Narciso, hijo hijo del dios fluvial Cefiso y de la ninfa Liríope, tenía una apariencia hermosa y llamativa, que provocaba el enamoramiento tanto en doncellas y muchachos. Sin embargo, Narciso rechazaba a sus pretendientes de forma desdeñosa y hasta cruel.
En la versión griega del mito, un joven soldado Ameinias, héroe de la batalla de Salamina, se enamora de Narciso, y éste -cómo no- le rechaza, entregándole una espada para que consume su suicidio por amor. Mientras muere Ameinias invoca a Némesis, la diosa de la venganza, pidiendo que Narciso conozca el dolor de un amor no correspondido.
El poeta romano Ovidio, sin embargo enlazó la historia de Narciso con la de la ninfa Eco, también enamorada del joven insensible a los requerimientos amorosos de las ninfas. Por su parte Eco había sido maldita por la diosa Hera y esta joven no tenía control de sus palabras, solo podía repetir aquello que escuchaba… con lo que era incapaz de hablarle a Narciso de su amor, pero un día se encontraron en el bosque donde la ninfa se ocultaba. Narciso preguntó «¿Hay alguien aquí?» a lo que Eco solo pudo responder «Aquí». Narciso le pidió que viniera y Eco salió de entre la maleza con los brazos abiertos. El cruel Narciso se negó a aceptar su amor y la ninfa, desolada, se ocultó en una cueva y allí se consumió hasta que sólo quedó su voz.
En ambas versiones se cuenta que para castigar a Narciso, Némesis hizo que se enamorara de su propia imagen reflejada en un estanque. En una contemplación absorta e incapaz de separarse de su imagen, acabó arrojándose a las aguas. Al lado, creció una hermosa flor, el narciso, de floración primaveral, bella pero evanescente.