Se define la urgencia psiquiátrica como la situación en la que el trastorno del pensamiento, del afecto o de la conducta son en tal grado disruptivos, que el paciente mismo, la familia o la sociedad, consideran que requiere atención inmediata.
Pueden presentarse en determinadas situaciones:
- Son manifestaciones de una alteración psicológica aguda (ansiedad, pánico, depresión, trastornos de adaptación).
- Implican riesgo de daño personal o interpersonal (agresión, suicidio, homicidio).
- Evidencian un comportamiento profundamente desorganizado (psicosis, delirio).
Bien, esa es la definición. Como todos los médicos que hemos accedido a la especialidad a través del sistema MIR de formación de especialistas, los psiquiatras hemos hecho un montón de guardias en Urgencias, al menos una o dos por semana durante un período de cuatro años. De este tiempo todos tenemos un montón de relatos: situaciones en las qué y de las qué aprendimos, situaciones en las que ayudamos mucho, en otras poco, también situaciones en las que nos vimos impotentes y también el recuerdo del sueño que pasamos, del cansancio que acumulamos y de algún que otro sinsabor o disgusto (con pacientes, con colegas, con el sistema, con los recursos de los que disponíamos… y un largo etcétera). Pero sobre todo me quedo con la camaradería y el buen hacer del personal de enfermería de Urgencias, gente maravillosa, trabajadora, simpática y abnegada, que nos sufrían a todos: a pacientes, a familiares, a los médicos y a todos nos ayudaban.
Mi experiencia personal con las Urgencias hospitalarias se remonta como he dicho a los años de mi formación MIR en el Hospital Clínic de Barcelona, hablo entre 1983 y 1987. Las cosas habrán cambiado de mil maneras, pero el leer una carta al director de un diaria que se ha colado por twitter, y de la que habla en un blog muy buen que sigo me ha hecho entrar en el túnel del tiempo y viajar treinta años atrás.
La carta
Vamos a ver, leámosla con atención:
- Cinco de la mañana, una señora con insomnio secundario a la espera de una intervención de rodilla acude a Urgencias para buscar una solución, en busca de un psiquiatra/neurólogo de guardia.
- Es atendida por la coordinadora y pasa a la sala de espera.
- Es atendida por dos doctoras jóvenes (posiblemente en formación MIR). Ningún estudiante puede atender Urgencias.
- Les hacen esperar, posiblemente fueron a hacer una receta de un hipnótico para la señora… O quizá llamaron al psiquiatra de guardia para ello…
- La paciente en cuestión se queja de que están atendiendo primorosamente a un “borracho”.
- Tras una espera de tres horas y con el cambio de turno, otra doctora le expidió una receta para su problema.
La réplica a todas esta cuestión se puede leer también aquí (es otro blog de una doctora de urgencias, muy bueno también).
A pesar de las respuestas me he sentido en la necesidad de darle una nueva vuelta a la reflexión:
- En el Hospital Clínico de Valladolid, seguro que hay psiquiatra de guardia. Y neurólogo de guardia. El hospital tiene un total de 762 camas, y una unidad de hospitalización de psiquiatría. El psiquiatra de guardia debe atender las urgencias que se produzcan en la unidad, las incidencias de índole psiquiátrica que se produce en todo el hospital y a las personas que acudan al servicio de Urgencias con un problema psiquiátrico.
- Un hospital de estas características debe atender más de cien mil urgencias al año, esto es unas cuatrocientas diarias. Leo que han ampliado el área de Urgencias recientemente, o sea que seguramente me quedo corta.
- La coordinadora (o triage) hace una evaluación rápida de la gravedad del problema. Un insomnio, no es un caso letal o que requiera una intervención inmediata en medicina, y tampoco se considera una urgencia psiquiátrica. Es un problema molesto para el paciente, claro está, pero en absoluto una urgencia.
- A las cinco de la madrugada, los médicos de guardia llevan la friolera de veintiuna horas de guardia. Lo cual quiere decir que están cansados, muy cansados, no sé si tienen cara de “estar fuera de juego” o si la expresión es de “perplejidad” cuando alguien acude por una altas horas de la madrugada tema banal, por el que sería tratado en su centro de salud unas horas más tarde (o antes) con toda normalidad.
- Durante las veintiuna horas de guardia se han atendido todo tipo de pacientes, y seguramente tendrán entre manos varios de ellos (algunos a la espera de analíticas o pruebas, a otros faltará que lleguen familiares que aporten datos, otros que ya han sido tratados y están pendientes de re-evaluar su evolución). Es decir, un médico de guardia no atiende un paciente, concluye y luego otro, ya que hay analíticas, radiografías, pruebas, que suponen tiempo y espera, y si el médico no atendiera otros casos mientras se realizan las pruebas pertinentes hasta ver los resultados estaría “mano sobre mano” (antieconómico para el sistema y también desesperante para el paciente, nos quejaríamos mucho, muchísimo, por la demora).
- A todos los pacientes hay que tratarlos primorosamente, pero algunos son más graves que otros. Una persona intoxicada por el alcohol puede tener graves problemas y complicaciones. Haya venido con la Guardia Civil, solo o con quien sea.
- En Urgencias, se atiende no por turno de llegada, ni tampoco por una conducta correcta o moralmente reprobable del paciente sino que se atiende en relación a la gravedad o a la amenaza vital que su patología suponga para el susodicho paciente.
Los que atendemos a pacientes con patología psíquica sabemos que en muchas ocasiones la urgencia es subjetiva, como sucede con la ansiedad, con las crisis de pánico y también puede ocurrir con el insomnio. No reprocho a la paciente que acudiera a Urgencias, haría falta una mejor divulgación de para qué sirven los servicios de emergencias, si acaso, me quejo de «la queja» y de su publicación como muestra «de lo mal que funcionan la sanidad y los profesionales de la salud».
En fin, benditos médicos, enfermeras, administrativos y asistentes sociales que atienden las Urgencias. De mi etapa de residente de psiquiatría, creo que era en mi tercer año, paso a relatar una anécdota, también eran las cinco de la madrugada:
Real como la vida misma
5 a.m.
(En la Sala de Psiquiatría del Hospital Clínic, Barcelona)
Celador Fermín: – Doctora, la llaman de Urgencias.
(Uff, pienso acabo de llegar a la planta desde Oftalmología donde he atendido a un paciente recién operado con un cuadro confusional. También me acababan de avisar de nuestra planta que una paciente que he ingresado esta tarde está muy agitada. Entro en la habitación a explorar a esta señora, le pauto un tranquilizante por vía i.m. -realmente está muy desasosegada y delirando- y le digo a la enfermera que voy a Urgencias y luego me vuelvo a pasar a ver cómo está).
Nos dirigimos a Urgencias, me acompaña la interna de psiquiatría, que es una estudiante de quinto curso, haciendo prácticas… Los de prácticas no tienen porqué quedarse por la noche, pero esta alumna está tan interesada en Psiquiatría que se queda siempre toda la noche. Es muy lista, sagaz y muy responsable, en ese momento, se que quiere hacer psiquiatría en el MIR y así lo hizo, hoy es una muy buena especialista y buena amiga. Como estudiante no puede intervenir, pero es mi sombra y yo le voy explicando.
(Ascensor, pasillos, ascensor y llegamos a la II planta de Urgencias)
Enfermera Montse: – Tienes una ficha, vienen tres personas, pero no sé quién es la paciente.
En efecto, hay tres mujeres sentadas en las sillas de nuestra sala de espera, que en realidad es una especie de vestíbulo ante los ascensores. Las tres están bien vestidas y arregladas, con el “ojo experto” del residente de guardia no distingo a la paciente, ninguna muestra signos de angustia o llanto, si acaso una ligera impaciencia.
Cojo la ficha y leo el nombre, desde el otro lado del mostrador…
Yo: -¿María Luisa …?
Se levantan al unísono, cual una sola mujer, aunque una me responde prontamente,
María Luisa: -Soy yo, Marisa… venimos para salir de dudas.
Y empieza a contar su “problema”, ni me da tiempo a preguntarle o a pasarla a la sala en que hacemos las entrevistas.
María Luisa: -Verá, estábamos con mis amigas haciendo la Ouija y hemos conectado con un espíritu y queríamos saber si eso era peligroso…
Yo: – ¿Qué…?
(Mi cara de sorpresa y posiblemente de “malas pulgas” me la explicaron después los enfermeros de Urgencias y la interna. Al tiempo oigo unas risas de dos enfermeros).
Marisa y coro de acompañantes:
-Oiga qué servicio…
-Qué poca profesionalidad, cómo nos tratan…
-Habrase visto, un hospital como el Clínico, nos vamos… Y esta es la psiquiatra de guardia, pues vaya…
Y aprovechando que se abría un ascensor en el que un camillero traía a un intoxicado, en una arrebolada se fueron las tres, increpándome a mí en particular y al hospital y al sistema sanitario en general.
Rellené la ficha que habían dejado escribiendo:
“Persona que acude a Urgencias (acompañada de otras dos) para preguntar sobre un supuesto contacto con espíritus de difuntos. No le he podido informar de que dicho pormenor no es una urgencia médica, ya que se ha marchado al sentirse molesta con mi sorpresa»
(Lo transcribo literalmente porque durante meses quedó colgada una fotocopia de un tablón en Urgencias, con el nombre de “la paciente” tachado en rotulador negro para preservar su privacidad).